Matt

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–¡Yolie! ¡Mírame por favor! –El grito de Sora parece que la despierta un poco de su sopor y hace que separe la mirada de su colgante amigo y la mire a ella–. No te preocupes, quédate con Izzy y Ken, voy enseguida.

Sora le dedica una última sonrisa y se gira, sin mirar el cuerpo colgante a sus pies, para correr hacia las escaleras del sur. Cuando llega a estas se encuentra con su propia definición de horror personificada. Matt yace en el suelo, bocabajo. Al lado de su cabeza, Joe se sujeta la suya con ambas manos sentado en el suelo, el cristal izquierdo de sus gafas luce agrietado entre sus dedos. Y, a corta distancia de él, Tai abraza a un desconsolado TK, que no para de empujar contra él, intentando con todas sus fuerzas agacharse y probar, de nuevo, a quitar el pesadísimo trozo de hormigón que, hace apenas unos minutos, dejó su lugar en el techo, para ocuparlo justo encima del torso de Matt.

–Chicos, Cody ha... –La noticia de la muerte de Cody, paradójicamente, muere en la garganta de Sora al mismo tiempo que su piel muda de color hasta parecer un fantasma a la luz de la linterna de Matt, que la alumbra directamente desde el suelo. Pero ella no se detiene en la entrada a las escaleras, sino que sigue andando. El charco de la dulcísima sangre, ya viscosa, convierte la planta de sus zapatillas deportivas en pegajosa cuando se acerca a la mole de hormigón y a Joe. TK para de forcejear con Tai y la mira con el rostro enrojecido y las lágrimas bañando sus mejillas.

–Sora... Por favor, dile a Tai que no es tarde, que queda esperanza, podemos sacarlo de ahí entre los cuatro. Por favor, Sora, ayudame. Podemos salvarle, podemos...

La joven sigue avanzando sin prestar atención a los dos chicos hasta que se detiene junto a la cabeza sobresaliente de su amado, al lado de Joe.

–Joe, necesito que me lo digas, ¿qué ha pasado? –La voz de la joven acalla las súplicas de TK si necesidad de nada más.

Lo que lo calla es el sonido de estas, es impersonal, sus palabras pretenden ser amorosas y tranquilizadoras, pero están vacías. El tono, las palabras, hasta yo sé que son falsas y carezco de la capacidad de hablar.

–No... No lo sé. Sora... Yo ... Íbamos a bajar con TK para ayudarle a coger a Cody, de pronto sonó un ruido, los dos miramos hacia arriba... Venía a mi cabeza, me gritó que me apartara pero yo... No sé... No sé... No sé... –La respiración del médico se va acelerando por segundos hasta que el chico comienza a hiperventilar.

–Tranquilo, lo estás haciendo muy bien, no te preocupes. Respira, ¿vale? No pasa nada –agachada en cuclillas a su lado, la joven adquiere la expresión de una madre amorosa que resultaría enternecedora si no fuera porque está vacía: sus ojos están ausentes, sus palabras huecas y no hace ni un intento de tocar a su amigo, que poco a poco va recuperando su respiración–. Ya está, sigue, no te preocupes.

–Lo siento. Lo siento mucho, Sora, de verdad, perdoname... –Las lágrimas y los mocos recorren la enrojecida cara del joven mientras pretende mantener su respiración a duras penas y trata de mirar directamente a su amiga a través del vaho que empaña sus gafas.

–Joe, no pasa nada. De verdad, estás perdonado. Sigue con lo que estabas diciendo –me resulta asombroso que las palabras de la chica tengan algún efecto en él, teniendo en cuenta que las podría estar diciendo la piedra que Matt insiste en llevar a cuestas...

–Pues... Pues... Yo estaba quieto, mirando cómo la roca se me venía encima, no podía parar de mirar... –Sus ojos se vuelven hacia el techo, en el cual ahora existe un precioso agujero que da a la oscuridad del segundo piso, aunque eso ellos no lo saben...– Pensé que iba a morir, pero él... Matt... –El nombre estremece a todos por igual y la mirada vacía de Sora se desvía hacia los ojos lechosos del joven, que miran algún punto detrás de ella–. Él me empujó contra la pared... Me golpee la cabeza contra el suelo y, cuando me giré, estaba así... Ha sido mi culpa Sora, es todo mi culpa...–Mientras que los ojos de Sora y TK son incapaces de mirar a otra cosa que no sea Matt, Joe vuelve a enterrar su cara entre sus manos, y Tai mira al agujero para pasar, después, a la pared al lado de Joe, donde unos pocos ladrillos movidos dejan suficiente espacio para pasar a la oscuridad al otro lado y, aunque él no sabe qué se esconde detrás de la pared falsa, puedo ver que intuye que algo se esconde.

–No, Joe, no es tu culpa –la mirada de Tai está en otra parte y repite las palabras que han sonado en su cabeza en piloto automático, pero aún así no están vacías como las de Sora.

–Tai, tú no lo entiendes. No lo entiendes, todo es mi culpa... –La mirada de Joe no sale de sus propias manos y no se da cuenta de que su amigo tampoco le está mirando a él.

En el otro extremo, Izzy sale de la misma habitación en la que entró a buscar los ganchos con el corazón latiendo a tal velocidad que casi puedo oír su sangre saliendo de él con cada latido. El joven se lanza con ojos enloquecidos hacia una Yolei deshecha que llora todavía la muerte de Cody y le pide con rápidas palabras, que a ella se le hacen incomprensibles, que entre en la habitación y se quede con Ken. Acto seguido, el chico comienza a correr por la pasarela entre gritos, tan acelerado que no llega a ver la sombra que se cierne sobre él al principio de las escaleras.

–¡Chicos, lo tengo! ¡No es Piedmon! ¡No es nadie a quien nos hayamos enfrentado! ¡Sé exáctamente quién nos está haciendo esto! ¡Lo sé! ¡Está todo en...

Primero son unas gotas resbalando por su nuca y sigue con una explosión de sangre saliendo por su frente abierta al paso de un hierro cilíndrico que abre un agujero en su cabeza de parte a parte. Tanto es así que si alguien mirara a través de el hierro, podría ver nítidamente a la sombra al otro lado, entre sus finas paredes, aunque son lo suficientemente fuertes como para atravesar el cráneo de Izzy mientras este baja los dos últimos peldaños del primer tramo de escaleras.

Su cuerpo consigue dar los últimos pasos por inercia, pero cuando la sombra suelta el hierro, el cuerpo de Izzy se derrumba sobre el descansillo de las escaleras al norte.

Yolei, que se ha limitado a mirarle en su carrera sin moverse del suelo de la pasarela, se levanta y se lanza contra la barandilla; alargando un brazo sin fuerza hacia Izzy, como si quisiera salvarlo, pero sabiendo que no puede hacer nada. La inercia del movimiento marea su mente y el brazo extendido cae hacia la barandilla para apoyarse, justo en frente de la puerta que Izzy había dejado entreabierta. Un grito quebrado y débil es lanzado por sus cuerdas vocales en un intento de pronunciar el nombre de su amigo.

En la escalera sur todos se giran hacia el tramo de escaleras que dan a la planta baja al oír los gritos de Izzy y Yolei. Tai mira a los amigos que todavía le quedan vivos y sale corriendo mientras grita el nombre de Izzy. Joe ha parado de gimotear y mira con los ojos abiertos de par en par hacia las escaleras con la mirada inmersa en el horror, paralizado de nuevo. Sora se levanta de inmediato como un resorte. Conozco la mirada que tiene, perdida, vacía... Ya ha perdido mucho pero cree que no es el momento para derrumbarse, cree que tiene que poder con esto. Si hubiera visto a tantos hacer eso y fracasar, como he hecho yo, se derrumbaría como está haciendo Joe y no perdería el tiempo que le queda de vida en una fortaleza impostada. No dudo en lo absoluto de lo fuerte que puede ser, pero vamos, han muerto cuatro amigos ante sus ojos, más su pareja y un quinto amigo que todavía no ha visto; eso podría derrumbar muros de diamante, pero ella intentará mantenerse en pie. Veremos cuánto aguanta en su pantomima.

Con un andar casi robótico, se acerca a TK y lo abraza con el brazo izquierdo para llevárselo escaleras abajo, siguiendo los talones de Tai. Antes de bajar el último escalón desvía la mirada hacia su espalda, Matt le devuelve la mirada blanca y muerta, pero a su lado, Joe ha desaparecido. La joven acelera el paso hacia Tai, que se ha parado en mitad de la planta baja y alterna la mirada entre el cuerpo colgante e inmóvil de Cody y el cuerpo de Izzy, que yace completamente tumbado en el suelo, pero con la cabeza levantada del suelo gracias al hierro, que todavía le atraviesa el cráneo.

–Tai... –De nuevo, la noticia que Sora intentaba llevar a su amigo muere antes de ser expresada ante la visión de Izzy.

–No... –TK deja escapar el monosílabo en un suspiro lastimero antes de mirar hacia Yolei, que tiene el aspecto demacrado de quien ha perdido la fuerza y la esperanza. Es la derrota de quien ha estado completamente convencido de algo y ve cómo eso mismo se derrumba como un castillo de naipes, una inocencia perdida en favor de nuestro queridísimo festival de sangre. 

Digimon Adventure: Última Noche [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora