Davis

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–Chicos... Venid, por favor –la sangre de sus manos calma mi sed contra el hierro de la barandilla–. ¡Rápido! Por favor, es Kari...

La desesperación recorre al grupo entero como un rayo en mitad de una tormenta. Todos se levantan a toda velocidad y corren a la escalera, Cody tropieza con una tubería de metal y cae al suelo, Izzy se detiene para ayudarle. Davis, TK y Tai encabezan la carrera, aunque es Tai el que lleva la delantera. De nada sirve ya.

–Joe. Joe, responde. ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está Kari? –Está desesperado, pero su amigo, de cuclillas ante la barandilla, solo es capaz de lamentarse en voz baja, pedir perdón como si fuera un mantra y se mira las manos, la sangre corre por ellas. Una sangre roja oscura que casi parece negra cuando se ilumina con la luz de la linterna del castaño–. Joe, por favor, dime dónde está Kari.

–Tai –el nombre para los lamentos y las exigencias de uno y de otro. El aludido se gira para encontrarse con TK y Davis dentro del despacho que se encuentra a espaldas de Joe. Davis está de rodillas en el suelo y Tai entra a la vez que el resto del grupo llega a la barandilla, con Joe. El espectáculo es grotesco y macabro a partes iguales que bello. La sangre de la joven salpica el suelo del despacho en gotas densas y palpitantes de vida que se escapa. Los ganchos le atraviesan las muñecas, los tobillos y varias partes del torso. Solo dos están unidos a cadenas: los de las muñecas, que hacen que el cuerpo cuelgue entre el archivador y la lámpara que sujetan los otros extremos de ambas cadenas. La niña débil, enfermiza y que solo parecía transmitir luz, cuelga en la posición de la cruz. Es casi poético, pero no suficiente; quiero más sangre–. Dime que esto no es verdad.

–No –la palabra sale de su garganta como un lamento susurrado. Lo he visto antes; tiene una frase en el fondo de su ser, pero el golpe de la realidad hace que solo parte de ella vea la luz. Su mente se ha quedado en blanco en cuanto la ha visto. Este chico va a colapsar y más temprano que tarde. Señor, echo de menos sentir un suicidio.

–Joe, ¿estás bien? –Izzy y Cody llegan los últimos y se acercan a Joe sin mirar la habitación, pero a estas alturas el resto se está dando cuenta de que algo ha ocurrido ahí dentro.

–Tk, ¿qué está pasan...?

–¿Tai?

–¿Davis? ¿Qué pasa ahí den...?

Uno a uno van entrando todos en la habitación e iluminan, con sus haces de luz, el cuerpo mutilado de su amiga; las frases se apagan a medio emitir y los ojos se abren como platos. El primero de ellos es Matt, que entra con Sora, de la mano y, cuando ve el espectáculo, ya no puede apartar la mirada, ya no hay miedo en ella, su iris brilla azul como un fuego fatuo; también he visto esa promesa muchas veces y nunca la cumplen, por muy sinceramente que la formulen. Sora, en cambio, ahoga un grito de esos que desgarrarían un corazón sensible si no murieran en la garganta, para acto seguido apartar la vista hacia los tres primeros muchachos que han entrado, a cada cual más destrozado. La siguiente en entrar es Mimi, que mira el cuerpo de Kari de abajo arriba mientras la primera lágrima rodea su mejilla izquierda; no aguanta lo suficiente como para verle la cara y entierra la suya propia en la espalda de Matt, que recibe el cabezazo sin inmutarse, solo alarga la mano libre, buscando la de ella. Por último entran Ken y Yolei y ella sí grita, grita como si le hubieran arrancado el alma de cuajo y la hubieran arrojado a la más funesta de las torturas. Él simplemente la abraza y aparta la mirada dando la espalda al cuerpo de su amiga, para susurrar al oído de su amada. Nadie deja de alumbrar el cuerpo colgante con su linterna, nadie es capaz de apartar la luz de ella.

–Joe, ¿qué es lo que sientes? ¿Qué ha pasado?

–Chicos, ¿qué hay...? –Por fin Izzy se digna a entrar en la habitación y lo ve. Se queda ojiplático por un momento y automáticamente se gira hacia su pupilo–. Cody, quédate aquí fuera con Joe.

Digimon Adventure: Última Noche [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora