» O1.

939 86 11
                                    

Shiori Hamasaki sujetó su cabello lacio en una coleta alta y ajustó el moño blanco, acomodándolo justo en el centro. Miró su reflejo en el espejo de su tocador por unos segundos, ladeando la cabeza para verificar que el peinado estuviese listo; sonrió complacida con el resultado.

La puerta de su habitación se abrió, permitiendo que Katsuro Hamasaki entrara corriendo hasta ella. El niño de siete años acomodó su brazo izquierdo sobre el tocador y miró a su hermana mayor.

— ¿Ya terminaste? Porque mamá me mandó para avisarte que ya está el desayuno — Katsuro metió a su boca la paleta de sabor a cereza y la dejo ahí dentro un buen rato, saboreando el dulce.

— Ya terminé — replicó Shiori, luego se inclinó un poco hacia su hermano y le miró fijamente a los ojos.

Su expresión era neutra, no fruncía el ceño, no tenía la boca torcida en una pequeña mueca. Nada. Solo era ella mirando a su hermano fijamente.

Katsuro fue el primero en parpadear, podía sentir la presión que Shiori impartía con su mirada, por lo tanto, Katsuro se sintió intimidado; ella achicó los ojos, dando más peso a su mirada y el pequeño frunció el entrecejo.

— ¿Qué? — soltó Katsuro de golpe, en un intento de desviar la mirada de su hermana o al menos hacerla retroceder un poco.

Comenzaba a ponerse algo desesperado.

— ¿Qué te dije sobre los dulces matutinos? — le respondió Shiori con otra pregunta; manteniendo la misma expresión neutra, pero a la vez autoritaria de cualquier hermana mayor.

Katsuro respiró aliviado por unos segundos. Sintió su corazón relajarse y finalmente sacó la paleta de su boca para después chasquear la lengua; la cual estaba demasiado roja debido al colorante del caramelo.

No se comen dulces si no se desayuna primero — respondió Katsuro entre dientes, repitiendo la regla establecida por sus padres, lo dijo con un tono apagado y al borde del puchero.

Shiori sonrió cuando Katsuro sacó el envoltorio de la paleta del bolsillo delantero de su short escolar. Haciendo muecas, el pequeño Hamasaki metió el dulce a medio comer en el envoltorio, luego lo guardó nuevamente en su bolsillo y miró a su hermana.

— ¿Contenta?

— Ahora sí — dijo ella, intentando no reírse.

Shiori enderezó el cuerpo de nuevo, pegando su espalda en el respaldo de la silla de su tocador. Su hermano rodó los ojos y se dio la vuelta, dirigiéndose a la salida, a la par que le decía a Shiori que bajara rápido para disfrutar del desayuno. Ella esbozó una sonrisa más y posteriormente se puso de pie para seguir a su hermano hacia el comedor.

Katsuro tiene sólo siete años, y para su edad, es un niño bien portado —en lo que cabe—. Sí, hace travesuras como cualquier otro niño de su edad, pero Shiori agradecía infinitamente que él aún le hiciera caso y la respetara como la hermana mayor que es.

Y es que, desde que nació Katsuro, Shiori siempre ha estado con él. Cuidándolo. Queriéndolo. Enseñándole.

Sí no fuera tan joven a la vista de los demás —y porque todos en el vecindario conocían a los Hamasaki—, Shiori fácilmente podría pasar como la madre de Katsuro, pues los dos pasan mucho tiempo juntos. Van en la misma escuela, hacen la tarea juntos e inclusive es ella la que lo lleva casi todos los días al parque para que él pueda jugar con el resto de los niños.

La relación de los dos hermanos es tan cercana que no importaba la diferencia de edad entre ellos.  Se llevan siete años, pero aún así, Katsuro contaba con Shiori y Shiori contaba con Katsuro.

MILKSHAKE » HARUTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora