» 1O.

202 43 8
                                    

Haruto se encontraba en su habitación, sentado en la orilla de su cama, jugando videojuegos con la consola portátil. Sus dedos se movían aprisa y sus labios se torcían en muecas cada vez que su avatar recibía un ataque.

De la nada y sin previo aviso, un láser le cayó a su avatar ocasionándole la muerte y Haruto maldijo en voz baja al perder el juego; no podía concentrarse porque aún tenía muy presente el incidente de la sala.

El tema de Yerin y lo que su familia (especialmente su madre) pensaba de ella, aún ocupaba sus pensamientos.

El pelinegro estuvo por iniciar una partida nueva cuando Yerin tocó a la puerta.

— ¿Se puede? — preguntó, a la par que asomaba la cabeza adentro de la habitación.

Haruto la miró por unos instantes, y con algo de disimulo, trató de respirar profundo para agarrar fuerzas. Su crush con Yerin podría ser cosa del pasado, pero aún lidiaba con la extrañes de tenerla cerca y ya no sentir ese revoloteo de mariposas en el estómago.

Por muchas noches se había imaginado a su profesora de inglés —ahora, mejor amiga— en varios escenarios de citas en plan romántico, sin embargo, las cosas habían cambiado un poco.

Ahora, la que ocupa aquel puesto es una chica completamente diferente y Haruto no tenía idea de cuando había sucedido el cambio.

Por su salud mental, decidió dejar la mente en blanco y no pensar en eso mientras tuviera a Yerin cerca.

Haruto asintió, se movió un poco a su izquierda y palmeó el espacio libre en la cama para invitarla a sentarse ahí. Yerin entró, lanzó su abrigo a la silla del escritorio de Haruto y fue a sentarse con él.

— ¿Por fin te ha soltado Airi? — preguntó el chico, bromeando a la par que veía su consola de videojuegos.

— Sí, por fin — replicó ella, siguiendo la corriente, su vista se enfocaba en los posters de bandas musicales que su amigo había puesto para adornar su habitación —. Y lo ha hecho porque ya debo irme, sino, me quedo con ella todo lo que resta del día.

— Apuesto a que sí, ella te adora.

— Y yo a ella — los dos rieron —. Como sea, pasaba a despedirme, mañana tengo muchas cosas del trabajo y no creo que pueda tener tanto tiempo para venir a verlos y pasado mañana, mi vuelo sale muy temprano, así que tendré menos tiempo.

Yerin se dejó caer en la cama, extendió las manos sobre el colchón y miró al techo. Haruto sonrió al verla.

— Entiendo.

— Síp — hubo un momento de silencio y antes de que se prolongara más, la chica continuó —; pero antes de irme, quería saber una cosa, quiero saber si estamos bien, Ruto.

Yerin lo miró y él tuvo que girarse para devolverle la mirada, con el ceño fruncido.

— ¿Por qué no lo estaríamos? — preguntó, haciéndose el tonto. Yerin rodó los ojos.

La chica se incorporó de nueva cuenta.

— Porque Johnny te envío chicles; — respondió con notorio sarcasmo y Haruto levantó una ceja — ¿cómo que porqué? Sabes a lo que me refiero.

La chica le dio un golpe en la nuca y éste se quejó.

— La violencia no era necesaria, RinRin.

Yerin rodó los ojos.

— Como sea — Yerin se volvió hacia Haruto, subió la pierna izquierda a la cama para acomodarse mejor y quedar de frente a él —. Cuando tu mamá hizo ese comentario te pusiste nervioso y aunque te hice saber que estaba bien, que no tenía importancia, tú solo te quedaste unos minutos más en la sala y después te encerraste en tu cuarto.

— Lo hice porque un amigo me habló por teléfono — se excusó él, pero la expresión de ella le dio a entender que no le creía ni una sola palabra.

— Haruto...

Yerin le miró con un poco de preocupación, no quería perder a su amigo por algo así, pero también algo en su interior le decía que eso no pasaría.

Solo era cuestión de hablarlo y llegar a un acuerdo.

— Está bien, sí me sentí incómodo — admitió el chico y Yerin agradeció la sinceridad.

Haruto rascó su nuca y sopesó la idea de hablar sobre el tema. Él no solía ser un libro abierto y mucho menos con una chica de la que tuvo un enamoramiento.

En estos momentos, Haruto prefería hablar con Johnny, pero él no estaba ahí, en su cuarto solo estaba Yerin y no tenía intenciones de irse hasta que este asunto estuviera resuelto.

— Y bien...?

Yerin no quería presionar, pero su siguiente compromiso la impulsaba a hacerlo.

Esta vez, Haruto se dejó caer en la cama y fijó su mirar en el techo. Después cubrió su rostro enrojecido y resopló con notoria frustración.

Yerin sonrió.

Ver a su amigo en tal situación le daba pistas de su problema.  Comenzaba a entender la situación.

Yerin ha sido maestra privada de Inglés de varios adolescentes, ha visto a varios de los alumnos de su hermano, tiene amigos hombres y conoce a Haruto desde hace un par de años, ella sabía de sobra cuando una chica ocupaba los pensamientos de un chico.

— Ya sé qué tienes, Watanabe.

Haruto libró sus ojos por unos segundos para verla. Yerin lo miraba con una expresión pícara. Una de esas que significan "Te atrapé".

— ¿En serio? — preguntó, haciéndose el desentendido.

Yerin asintió con superioridad.

— Tú estás enamorado — sentenció la chica con completa seguridad, y por la expresión de sorpresa de Haruto, ella supo que tenía razón.

Yerin rio triunfante.

— Sí, Watanabe. Estás enamorado, quizás de mí ya no, pero estás enamorado. La pregunta aquí es ¿De quién?

Haruto se sintió vulnerable, las mejillas se le pusieron más rojas de lo que ya estaban y para ocultar su vergüenza, cubrió su rostro con una almohada.

«¿Por qué tiene que ser tan lista?» pensó el pelinegro y por primera vez en su vida, deseó que Yerin ya se marchara de su casa.

MILKSHAKE » HARUTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora