Capítulo 11

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—¡Levántate, asquerosa!

El agudo grito de Blum la hizo despertar de golpe y con el pulso agitado. La noche anterior le habían ofrecido que durmiera en el sofá mientras Raziem le construía una cama colgante como la de la guerrera pelirroja. Swan se había ido a dormir en la cabaña de los muchachos y los lobos dormían en el establo. La Nympha se incorporó aún adormilada, había dormido junto a Alice para cobijarse con su calor corporal. Alice tuvo que dormir boca abajo luego de que Swan le explicara que sus alas la lastimarían si las aplastaba ahora que recién habían salido. Levantó la cabeza y miró por la ventana. No había amanecido aún.

—¡Arriba, arriba! —insistía Blum con impaciencia.

La pelirroja ya estaba vestida y lista para entrenar. Alice se había negado a desnudarse para ir a dormir así que se incorporó sin más e intentó desperezarse. Su espalda dolía a horrores a causa de las alas y su estómago parecía haber recibido una serie de golpes con algún objeto contundente. La Nympha imitaba todos sus movimientos.

—¿Qué son todos esos gritos? —reclamó la Nympha.

—Es hora de entrenar. ¡Levántate, niña! ¡Se está haciendo tarde!

Alice tardó casi quince minutos en estar lista. Se acicaló en el cuarto de baño e intercambió una mirada de resignación con la Nympha antes de salir de la cabaña y acompañar a Blum al campo de entrenamiento.

No había ni un alma entre las cabañas y de la gigantesca hoguera aún emanaba humo luego de apagar el fuego de la noche anterior. La Nympha no tenía energías para volar así que viajaba sobre la cabeza de Alice. Finalmente llegaron al campo de tiro con arco. Al otro extremo de donde se encontraban las dianas había flechas y arcos acomodados en hileras.

Alice sonrió emocionada, aunque se sintiera insegura con respecto a su destino le ilusionaba saber qué tipo de arma portaría. ¿Tendría un arco como el de Henna o Dristan? ¿Empuñaría una espada como la de Swan?

—Observa con atención —dijo Blum mientras tomaba un carcaj lleno de flechas y se lo ataba al cinturón.

Las espadas en forma de cruz en su espalda le impedían llevar el carcaj a cuestas como Henna o Dristan. Blum sacó una flecha para prepararla en el arco. Apuntó con ella hacia la diana que tenía enfrente y disparó. La flecha dio en el blanco, justo en el centro. Blum sonrió satisfecha y miró impaciente a Alice.

—¿Qué esperas? ¡Toma un arco y muéstrame lo que tienes!

Alice obedeció. Tomó un carcaj lleno de flechas y se lo colocó en la espalda, era más pesado de lo que imaginaba. Tomó también el arco y preparó la flecha que dispararía. La Nympha revoloteó hasta posarse cerca de Blum para observar a Alice.

—¿Quieres apostar? —bromeó la pelirroja en voz baja.

—No logrará acertar el primer tiro —dijo la Nympha con una sonrisa.

Alice puso los ojos en blanco al escucharlas. Se concentró en el centro de la diana, debía darle una excelente primera impresión a Blum. Cerró los ojos, decidió dejarlo todo a la suerte y disparó. La flecha se clavó a pocos centímetros del centro de la diana. La chica abrió los ojos y esbozó una mueca de inconformidad.

—Bien hecho. Podrías ser una arquera.

—¿De verdad?

—Claro que no, asquerosa —dijo Blum y le propinó un golpe en la cabeza—. Esa flecha podría ser lo que te salve la vida y con esa puntería tan deplorable no puedes ser arquera —le arrebató el arco y el carcaj que llevaba a cuestas y la arrastró hacia la pequeña zona donde practicaban la esgrima.

Los Cuentos de AstariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora