Capítulo 3

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Frank Iero Priccolo. Así se llamaba -y aún debe llamarse-.

Los días posteriores a nuestro encuentro bajo la lluvia, me dediqué a conocerlo.

Nos encontrábamos en un parque cerca de la Universidad, y sentados en el césped hablábamos sin parar. Casi siempre era él quien hablaba sin parar.Y yo lo oia, amaba oírlo. Y así fue que supe muchas cosas sobre él.

El jamás dejaba de sonreír, era muy observador, y amaba cada detalle de todo lo que nos rodeaba. Solía interrumpirse en sus relatos, sólo para ponerse de pie, y como un niño pequeño, señalar cualquier cosa que le llamara la atención.

Observaba embobado los insectos, acariciaba a cada perro que se le cruzaba por el camino, saludaba a todas las personas que veíamos -luego me aseguraba, riendo, que no conocía a ninguna de ellas-, y cada cierto tiempo soltaba un "Que bello eres, Gerard". Su acento levemente italiano me causaba demasiada ternura. En fin, todo en él me causaba demasiada ternura.

Una tarde, y luego de casi cinco semanas de nuestro primer encuentro, nos besamos bajo un árbol.

Yo estaba que no cabía en mí de la felicidad. Por ese entonces, ya podía sentir que me estaba enamorando. Frank Iero se estaba metiendo en mi sistema demasiado rápido. Y yo no quería hacer nada para cambiar el rumbo de las cosas ya que, por ese entonces, todo marchaba bien.

Tormenta. // Frerard.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora