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Un pequeño niño de tez blanca, cabellos verdes y rizados, con cuatro hermosas pecas en cada moflete y de brillantes ojos esmeraldas, se encontraba escondido entre los elegantes ropajes y túnicas de la extensa habitación que hacía función de armari...

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Un pequeño niño de tez blanca, cabellos verdes y rizados, con cuatro hermosas pecas en cada moflete y de brillantes ojos esmeraldas, se encontraba escondido entre los elegantes ropajes y túnicas de la extensa habitación que hacía función de armario, soltando risitas al pensar que encontró el mejor escondite en todo el castillo.

De pronto, una joven chica de cabellos y ojos oscuros tirando a verdes, tez blanca, con un extraño peinado en forma de moño y de apariencia parecida a la de un anfibio, de nombre Tsuyu Asui, entró a dicha habitación en búsqueda de el príncipe de Falacia.

Dicha joven volteó y, de pura casualidad, vio unos zapatitos estilo bota, de tonalidades rojizas entre todos los ropajes. Con mucha cautela, fingió salir del armario -aunque realmente, solo abrió y cerró la puerta para que el pequeño le escuchase-.

El pecoso, quien no podía ver nada desde su posición, creyó que la chica se había retirado y salió de su escondite, dando como resultado que el terminase en brazos de la de cabellos oscuros, quien de inmediato le llevó a la ducha, donde empezó a asearle.

Al terminar, ella le vistió con una elegante túnica verdosa oscura y un pantalón negro pegado sin exagerar, sujetado por un cinturón de cuero.

Sin nada más que esperar, se dirigieron entre bromas hacia el salón del trono; el lugar donde se encontraba el monarca, quien le recibió con una amable sonrisa, típico de el.

—Hijo mío, ¿estas listo para mañana? Los gobernantes de los siete reinos principales vendrán a verte.

Dijo sonriente el rubio de ojos azules, quien parecía más emocionado que el próximo cumpleañero.

—Papi... ¿Crees que les caeré bien? No quiero decepcionar a nadie...

Cuestionó el más pequeño de la sala, expresando su inquietud con respecto al tema, acercándose inevitablemente a su padre en busca de respuestas.

—¡No decepcionarás a nadie, campeón! Ahora, ¿Te apetece ir al pueblo con "los tres grandes"?

Le responde a la pregunta, aprovechando el momento para hacerle una pequeña oferta para que el pequeño se divierta.

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