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En las vastas tierras de Apocrypha, una enorme isla habitada por dragones y escondida a los ojos del incrédulo; empezaba con sus labores ante la llegada del sol

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En las vastas tierras de Apocrypha, una enorme isla habitada por dragones y escondida a los ojos del incrédulo; empezaba con sus labores ante la llegada del sol.

Shota Aizawa, un hechicero al servicio de los monarcas Bakugo,  de cabellos y ojos azabaches, tez blanca y sangre mestiza -Élfica y Hechicera- aprovechaba la luz mañanera para ir a la playa en busca del mineral "Halita" -O sal para algunos-.

De pronto, vio a un conocido -Nunca admitiría que es su amigo- de nombre Hizashi Yamada, o también conocido como el demente que no para de gritar.

Poseía un largo cabello rubio y ojos verdes oscuros, normalmente ocultos tras unas extravagantes gafas solares, de tez blanca y proveniente de Cydonia -o sea un "héroe"- pasar corriendo por el cristalino gran puente de las aguas -literalmente, él puente de agua se materializaba solo para los creyentes- junto a su caballo, que cargaba un tipo de bulto conformado por mantas y otras telas exageradamente amarradas sobre su lomo, como si guardase algo preciado.

—¡HEY~! ¡Buenos días Shota! ¿¡Cómo estás!?

Gritó haciendo uso de su quirk el rubio, agitando la mano como si su vida dependiese de ello.

—No hables tan alto. ¿Qué traes en el caballo?

Cuestionó con voz cansada el azabache, ignorando la anterior pregunta hecha por su amigo.

—¡Oh! ¡Pero que buen ojo tienes!

Exclamó emocionado el de gafas, deshaciendo el montículo de ropajes y el amarre mostrando así a un pequeño peliverde de tez pálida y pecosa, profundamente dormido.

—¡Encontré a este niño en la frontera de Trabem, cuando estaba de visita a la casa de un amigo! ¡No ha despertado durante todo el viaje! ¡DOS DÍAS DURMIENDO!

Volvió a gritar el de quirk, mientras zarandeaba al pecoso sin cuidado alguno, aunque después de todo él no despertaba.

El hechicero suspiró al ver ojos actos infantiles del contrario, mientras trataba de ocultar su obvia curiosidad por el niño, sin embargo, no pudo evitar preguntar un par de cosas.

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