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Ya habían pasado unos días desde su viaje, sin mayores contratiempos

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Ya habían pasado unos días desde su viaje, sin mayores contratiempos. Obviamente, regresaron unos días más tarde de lo esperado, preocupando al pobre pelirrojo. No es exageración al decir que ya había hecho un grupo de búsqueda para los Aizawas "perdidos".

Gracias al cielo llegaron antes de que se movilizara la tropa, pero Izuku no pudo evitar el regaño que le dio Eijiro por no avisar. Aunque prácticamente no había sido su culpa... y tampoco tenía algún medio por el cual avisar.

El pecoso había avisado a los monarcas sobre sus nuevos amigos, y ella, gustosa, había aceptado tenerlos en su pequeño reino. La llegada de Denki fue sin duda de lo más emotiva. El peliverde había avisado a los vecinos sobre su situación, y cuando el rubio llegó, se encontró con una gran fiesta, en la cual, Eijiro tuvo que faltar por un asunto con el príncipe. El de mecha oscura lloró a mares ese día.

La llegada de Hitoshi fue más silenciosa. Él y su abuela llegaron como si nada, sin interés en socializar más de la cuenta, compraron una casa y se asentaron como si llevaran años viviendo ahí. La señora Chiyo era bastante simpática, y se ganó el amor del pueblo de forma rápida.

Hitoshi trabajaba con el Aizawa mayor casi todos los días de la semana, sin embargo, sólo ocupaba una o dos horas de su día.

El día de ingresar a la academia de caballeros había llegado. Apenas despertó, el de ojos esmeraldas se colocó su túnica verde de uniforme y se alistó lo más presentable posible, bajando con rapidez las escaleras, para llegar al comedor.

—Tranquilo, Izuku, o te romperás algo.

Rió su padre al ver que casi se caía de las escaleras.

—Lo lamento, es que de verdad esperaba este día.

Se excusó el pecoso, rascándose la nuca con nerviosismo.

—Lo sé muy bien, solo... trata de ser más cuidadoso.

Suspiró rendido el azabache, sabiendo que nada le quitaría la emoción a su retoño.

—¡De acuerdo!

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