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—¡Estoy harto! ¡ No me vuelvan a hablar en sus putas vidas!

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—¡Estoy harto! ¡ No me vuelvan a hablar en sus putas vidas!

Bramó enojado el cenizo, abandonando su posición para empezar a huir.

—¡KATSUKI, VUELVE AQUÍ!

Gritó enojada su madre. Eijiro observó con preocupación la escena, discutiendo mentalmente sobre ir o dejarle un rato.

—Creo que es momento de descansar...

Suspiro hastiada la reina, sobando sus sientes con molestia.

—De acuerdo, su majestad.

Habló todavía preocupado el pelirrojo, rogando a que su amigo no haga ninguna estupidez.

Por otro lado, el príncipe se dirigió a la academia de caballeros con rapidez, mientras refunfuñaba palabrería en contra de su madre y el reino entero.

—¡Es una maldita pérdida de tiempo! ¡Se supone que ser el más poderoso no traería estúpidas desventajas!

Gruñó el oji-rojo, frunciendo el ceño. Era hora de ver a inútiles trabajar peor que él.

Llevaba casi más medio año desde que su amigo pelirrojo entró a la academia, y entrenaba con él en las mañanas, sin ningún progreso.

—Seguramente esos aspirantes son inútiles.

Sentenció el príncipe, con miranda prepotente.

Había llegado a la Academia. Los guardias al verle, le dejaron pasar inmediatamente. Subió a las murallas, con perfecta vista al campo de entrenamiento. Si no estaba mal, la clase era de manejo de espadas, una práctica.

—Izuku, Tanjiro, es la última batalla, den buena pelea.

Ordenó el profesor. Katsuki pudo ver a 18 estudiantes cansados y lastimados, sentados a un costado de la batalla. Un chico de cabellos burdeos estaba por pelear con Izuku, a quien reconoció como el chico de la fiesta.

—Izuku a vencido a los demás aspirantes junto a Tanjiro, son los mejores de la clase.

Habló el director, quien acababa de ponerse a su lado tras hacer una corta reverencia. El de ojos carmesíes le observó con curiosidad, un chico tan... tierno no parecía tener el poder suficiente.

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