O c h o . 💞

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Está nervioso. Es jueves, 14 de febrero.

El cuerpo le está temblando en su totalidad, ya no está convencido de ir a ver a Erick a su habitación, con su regalo en manos.

Desde la noche anterior, lo dieron de alta; física y anímicamente se siente mejor.

—Respira Joel, nada puede salir mal, lo único que puede pasar es que deje de hablarte, tal como era tu vida al principio— repite para si mismo en voz alta.

Decirle a una persona que te gusta, no siempre sale bien, no siempre es como lo imaginas. Y no es para nada apegado a lo que lees en las clásicas historias de amor.

Porque las personas reales suelen ser crueles, o simplemente les valen verga tus sentimientos. Pueden romper tu corazón, sin tan siquiera saber de tu existencia.

Los riesgos en un caso como estos, son infinitos.

—Me importa un bledo— exhala con nerviosismo y, carga la prominente caja.

Pone el obsequio sobre la cama, quitando con lentitud la tapa.

Acomoda muy bien el peluche en forma de lobo al centro, revuelve las golosinas una vez más, acomoda las cartas y en específico, se concentra en la que tiene el sobre amarillo; la mejor de todas.

Aquella diferente carta, contiene plasmados con más certeza sus sentimientos por él, y la pregunta que comenzó a formularse dentro de su cabeza, desde hace unas horas: ¿Y si le digo, que sea mi novio?.

Cierra de nueva cuenta la caja, y sus manos están sudando. No es la única parte de su cuerpo que lo hace.

Tiene miedo. ¿A qué? ¿Al rechazo tal vez? ¿A él futuro? ¿A su reacción? ¿Al que dirán? Quizá, a todas las posibilidades anteriores.

—Todo está bien— se mentaliza al cerrar la puerta de su habitación, golpea la madera de enfrente.

Pone el regalo en el suelo, cuando escucha sus pasos acercarse.

Quiere hacer pipí.

—Hola Joel— lo mira emocionado.

—Eso es para tí— señala la caja.

—¿Tu lo hiciste?— mira al suelo con los ojos brillantes.

—Tengo que orinar— suelta de la nada.

—Tengo un baño acá dentro, puedes...—

—Yo también tengo uno— interrumpe regresando con toda prisa a su cuarto.

Abre la puerta, y baja su cierre.

—Idiota Joel, idiota, idiota, idiota— comienza a hacer pipí mientras se regaña.

Se arrepiente. Quiere tomar esa maldita carta amarilla y desaparecerla de la faz de la tierra.

¡Odio San Valentín! ¡! TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora