T r e s . 💞

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Después de tantos golpes recibidos, ya casi no siente nada. La sangre escurre de su nariz al punto que comienza a manchar el suelo.

Ve un pie cerca de su rostro, y cierra los ojos tan solo esperando a que lo golpee. Pasan unos excesivos segundos en los que no siente nada, así que abre los ojos.

Los tipos se han alejado. Ahora tienen aprisionado a Joel. Por alguna razón lo sabe, sabe que ese es su nombre.

Siempre lo ve por las mañanas y casi a todo lado que va. Incluso siente su mirada sobre el en ocasiones.

Uno de los bravucones suelta un puño al pómulo del rizado, y en un movimiento inútil, Erick intenta levantarse para ayudarlo. Fracasa.

Abre la boca para tratar de pedir ayuda, pero la ahora, sangre proveniente de su labio, se lo prohíbe.

Una creciente sensación dentro de él, se concentra en asegurarse de que se encuentre bien.

-¡Sueltenlo!- se puede escuchar a unos metros, la voz de Julia.

El grupo de imbéciles, lo dejan de inmediato, tirándolo al suelo.

-¡Quiero a todos en mi oficina ahora!- grita nuevamente.

Sus ojos se sienten pesados, así que se deja llevar, cerrandolos con calma.

Eso, hasta que aquélla familiar voz lo llama.

-No cierres los ojos, por favor, dime qué estás bien- pasa su mano acomodando su cabello.

-Estoy mal, baboso- articula antes de comenzar a toser.

-Lo siento, voy a llevarte a la enfermería- lo sostiene de las piernas y el cuello, para cargarlo hasta el mencionado lugar.

Camina con prisa y el corazón acelerado, nunca lo había tenido tan cerca, y su aroma, es delicioso.

Entra rápidamente en el lugar sin tomarse la molestia en pedir permiso, recostandolo en la camilla.

-¿Qué pasó, Joel?- interviene con preocupación la enfermera.

-Lo golpearon, muchos tipos a la vez- sostiene la mano de Erick, para hacerlo sentir seguro, aunque no sabe si de verdad este funcionando.

-Hijo, tienes que salir- ordena.

El ojiverde aprisiona con sus fuerzas existentes los dedos del más alto, como a manera de pedirle que se quede.

-Prometo que esperaré acá afuera- besa su frente, y sale.

Se desliza por la pared hasta quedar completamente en el suelo. Toca sus labios, y puede jurar, que aún siente la suavidad de su rostro.

¡Odio San Valentín! ¡! TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora