V e i n t i c u a t r o . 💞

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Golpean la puerta de su habitación quizá dos minutos después de haber salido Erick.

Muy pronto para ser él.

Joel deja a un lado la caja, donde ya ha juntado en su totalidad las cartas de su novio.

Abre la puerta, arrepintiéndose casi al instante; son ellos.

—Hola mariquita— empuja Zabdiel.

—Que cochinero— se queja Johann.

—¿Y tú puta?— agrega el moreno, cerrando de un portazo, dejando a todos dentro.

—¿Que hacen acá? Estoy cumpliendo con su condición, todo está bien— susurra atemorizado.

—Pues estamos cambiando un poco los planes— se encoje de hombros el capitán del equipo.

—Sabemos lo suyo, su secretito— completa una vez más el otro.

—Creemos que le importas mucho al engendró ese— susurra Richard paseando por el lugar.

Todo eso le repugna. No puede imaginar todo lo que han pasado juntos ahí. Le duele.

—Ahora tu eres nuestro blanco— aclara el rubio.

—Si te lastimamos a ti, lo lastimamos a él—

—No por favor, ¿Que quieren que haga? Lo que sea por favor, pero no nos hagan daño— suplica mirándolos a todos.

—Tentadora oferta— exclama Zabdiel —Gracias, pero no gracias— ríe.

Se acerca peligrosamente a él, y suelta un fuerte golpe contra su pantorrilla derecha, que lo hace caer al suelo.

—Johann, sostienelo— ordena y de inmediato el otro obedece.

—No me imagino la cara que pondrá tu noviecito cuando te vea— burla tirándole un golpe en la cara.

—Quiero intentarlo— habla Richard.

El moreno aprieta su puño con fuerza, y lo estampa con rudeza en el abdomen del rizado.

Esté último comienza a toser, mientras continúan golpeándolo en diferentes zonas de su cuerpo.

Es maltratado, al punto que su cuerpo tiene algunas manchas de sangre.

Johann lo deja en el suelo, mientras todos se unen a masacrarlo.

—Creo que es suficiente— ordena Zabdiel haciendo que se detengan.

—Debemos irnos, antes de que llegue— aconseja Johan, abriendo la puerta.

—Dile a tu zorra, que lo queremos mucho, dile eso de nuestra parte— termina el rubio, mientras sale junto a Johann.

Pero Richard no lo hace. El se queda hasta el final, aún siente que no puede irse, quiere hacerle más daño.

Regresa y toma la lámpara, atacando la cabeza del rizado en múltiples ocasiones con este objeto.

—No debiste hacerlo, maldita sea yo he quería— susurra entre dientes, con algunas lágrimas escapando de sus orbes.

—¡No!— grito Zabdiel, regresando por él —Rich, fue suficiente— alega alejándolo.

—Chicos, hay mucha sangre— habla asustado el otro.

Tenía razón, gran parte del mobiliario al rededor de Joel, estaba cubierto con su sangre.

—Vamonos, ¡Vámonos!— grito el rubio, sacando a sus compañeros de ahí.

Las cosas se jodieron de más.

¡Odio San Valentín! ¡! TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora