V e i n t e . 💞

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—No puedo creer que hagamos esto— susurra el ojiverde, caminando fuera de las habitaciones.

—Yo tampoco— responde de la misma manera.

A Joel se le ocurrió la maravillosa idea de ir fuera del orfanato, sin autorización de nadie.

Están caminando por el patio, en dirección a la barda detrás del gran árbol de ciruelas.

Agradecen el haber despertado tan temprano, ya que no hay absolutamente nadie afuera.

Corren de extremo a extremo, al pasar por la oficina de Julia.

Apenas llegan al sitio, sus manos comienzan a sudar y sus sonrisas se vuelven más eufóricas.

—Te ayudaré a subir— susurra el rizado hincandose.

—Si muero, va a quedar en tu conciencia— exhala frustrado.

Pone un pie sobre su pierna, y de sostiene de la rama del tronco, subiendo sobre ella.

—Bien bebé, ahora solo tienes que dar un pequeño salto a la barda— indica desde abajo.

—Esta muy alto— tartamudea —Ayudame—

—No te muevas— avisa dando un grande salto, logrando sostenerse de la misma rama.

Con un largo paso logra mantenerse en la barda, que gracias a él considerable grosor de los tabiques, lo hace mantenerse de pie sin complicaciones.

—Ahora toma mi mano— la extiende lo más que puede.

Erick se acerca sosteniendo con fuerza sus dedos.

Joel lo atrae a su cuerpo, y logran estar sobre el muro. La parte más sencilla sigue.

—Yo bajo primero, y luego te ayudo bebe— avisa sentándose.

—Apurate, no quiero morir— presiona mirándolo saltar.

El muro no es muy alto.

—Ahora salta, yo te atrapó— estira sus brazos.

El ojiverde cierra los ojos, lanzándose con la intención de caer en sus brazos.

Plan fallido.

Callo medio metro lejos, cayendo sobre el pasto seco que rodea a un árbol.

—Tenias que cacharme, imbécil—

—Tu te lanzaste...—

—Pero está bien, te perdono. Ayúdame por favor.— le extiende la mano.

De un firme jalón, lo pone de pie mientras le ayuda a sacudirse.

—¿Ahora donde vamos?—

—Solo una vez he salido de aquí, y creo que es por allá— mueve su mano a la derecha.

—Pues vamos— sonríe emocionado.

—Erick, tengo que decirte que solo tengo 10 pesos— susurra agachando la cabeza.

Le avergüenza haberlo sacado y no traer lo suficiente para comprarle todo lo que quiera.

—Amor, no importa. Estoy feliz porque estoy haciendo esta locura contigo, y eso es lo único que me interesa.— besa cortamente su boca —Solo salimos a pasear, no a contribuir con la economía del país— muerde su labio inferior.

—Creo que por aquí venden helados— acaricia su mejilla.

—Podemos comprar uno y compartirlo— entrelaza sus manos.

Sin duda, ese está siendo uno de los mejores días que ha tenido.

La primera vez que está fuera de ese lugar, con la persona que más ama, no podría ser más perfecto.

¡Odio San Valentín! ¡! TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora