(Morena)

No recordaba absolutamente nada de la noche anterior, excepto cuando llamé a Mateo para decirle que lo extrañaba y no se cuántas cosas más.

En resumen: Para terminar de perder la poca dignidad que tenía.

Es cómo si mi mente me hubiera dejado olvidar todo, menos cuándo me portaba como una estúpida.

Gracias querida mente.

De nada.

Qué caraj...

Un golpe en la puerta del baño me sacó de mis extraños pensamientos. Si, seguía en el baño, después de ducharme me vi al espejo, lo qué vi me dejo helada, yo sabía que la cerveza me iba a engordar, ahora parecía una obesa. Peor, era un mono obeso. Digo mono porque soy muy peluda, mi doctor dice que es mi cuerpo tratando de protegerse. Pero yo no le creo nada, la grasa me sobra, no hay nada que proteger.

- ¿More? - una voz muy conocida hablo - dicen tus amigos que llevas una hora ahí dentro, ¿estás bien?

Mateo.

- ¡Ya salgo! - grité en repuesta.

Terminé de vestirme y salí.

Mi perfecto novio tenía unos pantalones negros, camiseta blanca y unas zapatillas del mismo color que su camiseta. Estaba hermoso.

Me miró con una ligera preocupación en su cara, pero había algo más, se sentía como si me estuviera juzgando.

Estaba... decepcionado. 

- ¿De verdad tomaste tanto? - susurró - ¿Por qué? ¿Te sentís mejor ahora?

Negué con la cabeza. Agarró mi cara con sus manos y apoyó su frente en la mía.

- No lo vuelvas a hacer nunca más, eso no se ve bien en una chica.

¿Espera khe?

No tenía ganas de pelear con él otra vez, así que simplemente asentí.

- Te llevo a tu casa - no era una pregunta, era una afirmación.

No podía irme y dejarle todo el desorden a Santiago.

- No - dije rápido - Me quedo a ayudar a los chicos con la limpieza.

- Morena, nos vamos, ahora.

- Te dije que no, Mateo

Me observó por un segundo, esperando, quizás, que me arrepintiera o le dijera que todo era un chiste. No me moví, no dije nada.

- Bien, hace lo que quieras - dijo dando media vuelta para salir de la casa.

Oh genial, se enojó. Otra vez.

Estaba totalmente acostumbrada a sus enojos. Unos duraban poco, y habían otros que duraban mucho tiempo.

Decidí ir con mis amigos, quiénes se encontraba igual que yo, o peor.

Era como si un camión les hubiera pasado por encima. Santiago tenía unas profundas ojeras debajo de su ojos y sostenía un trapo húmedo en su cabeza. Sofía tomaba agua cómo si fuera la última vez que lo fuera a hacer. Camila estaba tirada en el sillón con unos lentes de sol, probablemente de Santi. Agustín vomitaba en un balde y no paraba de decir cosas como "La habitación esta girando, todos nos vamos a morir". Y Kiara estaba en un estado de trance, observando fijamente la mesita ratona.

Se me escapó una sonora carcajada, verlos así me había dado mucha risa. Todos me miraron de forma extraña.

- ¿Qué te pasa, loca? - dijo Agustín con la cabeza metida en el balde.

Adolescencia Con Todas Las LetrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora