C u a t r o: Dulce madre de Dios, apiadate.

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Con horror observo su alrededor, sintiendo el frió filtrarse entre las fibras de sus músculos, acunando la pesadez en su corazón. Paralizada ante la imagen que sus ojos pequeños veían.

No, no, no... detente...

Un profundo llanto, desgarrador y cual estaba estrujando su alma, aun así no podía quitar la imagen del zapato de tacón cual estaba abandonado en la entrada, y el rojo brillando en el suelo.

¡No mires! ¡No mires!

—Mi ángel...—escucho el murmuro. Alzo la mirada y trato de hablar, entonces, antes de darse cuenta su mundo dio vueltas y termino sintiendo las pequeñas astillas de la madera clavarse en su mejilla—¡Todo esto es tu culpa! ¡Mataste a mi ángel!

Y un fuerte golpe en su cabeza fue lo que la despertó, inspiro bruscamente y llevo una mano a su cabeza, sintiéndola pesada. Aguanto el llanto en la garganta, sintiendo el nudo formarse y trago duro.

Miro el alrededor de su nueva habitación. Las paredes de un color crema, una gran cama suave pero lo suficientemente dura, la mesilla donde su celular descansaba, el armario y un baño privado.
Restregó su rostro e inspiro hondo, tratando de sacarse aquella sensación de muerte de su cuerpo, ese terror y pesadez que la envolvía al momento de ser sacada de allí.

Giro el rostro a la molesta luz que entraba por el ventanal, pero a eso no se debía la interrupción de aquella pesadilla, en su lugar eran los golpes en su puerta lo que la habían atraído al mundo, nuevamente.

—¡Vecina! ¿No tienes un poquito de sal, que me regales? —escucho la voz del chico, su molesto nuevo vecino; Hyun había arruinado su idea de la paz, en cierta manera. Creyó, por cierto momento que al tener a Park Jimin de vecino, no sería tan problemático.

Se equivocó, pero le pudo dar un punto a su favor; la había sacado del horripilante sueño. Desde la sorpresa habían transcurrido dos días, el primero le pidió azúcar, el segundo pimienta; le tocaba a la sal.

Poniéndose de pie, arrastrándolos con el rastro del sueño aun sobre ella avanzo hasta la sala principal, gruñendo. Antes de llegar y abrir la puerta decidió ignorarlo, desviando el camino hasta su cocina, y dejando la máquina de café encendida después de echarle agua y dejarla preparada.
Necesitaba un baño, y lo tendría.

—Qué mala vecina tengo—lo escucho alzar la voz, para que claramente le escuchara, segundos después escucho el portazo del apartamento vecino; sonrió encantada con ello, internándose en su habitación, cogiendo una ropa y se adentró al baño.

Su cabello se pegó a su rostro y cuello cuando el agua fría cayó sobre sus hombros y cabeza, despertándola, a su vez provocándole un escalofrió.

Fue relajante, la helada agua que recorrió su cuerpo le arrebato cualquier pensamiento de aquella pesadilla, suspirando, aunque fuera temporal, solo el tiempo que se mantendría bajo aquella corriente de agua, pero al fin y al cabo era paz.

Enjabono su cuerpo y lavo su cabello con delicadeza, tomándose su tiempo, arrastrando otro suspiro, al terminar se sintió mucho mejor, saliendo de la ducha se detuvo frente al espejo, y se miró con recelo.

Blanco, demasiado blanco; su tez como la nieve parecía batallar con el azul invernal de sus ojos. Sin su habitual disfraz se veía totalmente distinta, una apariencia que la había marcado como animal de caza, y que la arrastro a toda su miseria.

Al final había acabado por tenerse recelo.

Desvió la mirada, aguantando un suspiro y tomo una toalla, enrollando su cabello en ella antes de secarse con otra. Aplico una loción para cuidar un poco su piel y comenzó a vestirse.
No saldría de casa, no necesitaba nada innecesario; unas bermudas junto a una musculosa. Dejo el baño, tomando unos lentes de pasta gruesa al pasar por la habitación; necesitaba ese café. Estaba descalza, pero no importo, se sintió cómoda sintiendo el frió del suelo bajo sus pies, sonrió ladina tomando el café y echándose la suficiente azúcar.

Sweet Dream [Park Jimin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora