Eran las cuatro de la tarde, el baile era a las siete. Austin subió a su habitación y revisó su celular, tenía cinco llamadas perdidas y ocho mensajes de Mackenzie, los borró sin siquiera leerlos. Después de esa discusión, él no respondía ni a sus llamadas ni mensajes, no sabe ni como le haría cuando la tuviera que ver.
Se metió a bañar y al salir se puso un bóxer y una camiseta blanca. Se acostó en su cama y encendió la televisión para matar el tiempo. A la hora después tocaron a su puerta, dejo que la sirvienta abriera. Alex había llegado.
—¿Estás listo? —Preguntó Alex caminando hacia Austin.—Supongo.—Contestó Austin.
—¿A qué hora irás por Mackenzie? —Preguntó Alex sentándose en la cama.
—Ella dijo que fuera por ella a las seis, pero como no es cool que se llegue a la hora exacta… —Austin se levanto y apagó su televisor— tengo pensado llevarla antes a un lugar, y además con el tráfico, yo digo que llegamos a las siete y media.
—Jamás te había visto así de enamorado —Dijo su amigo.Austin suspiró. —Jamás lo había estado, no así, de la forma que ella me hace sentir. —Le explicó.
Alex se levantó de la cama.
—Tengo que irme. Te veo en el baile. —Alex se despidió y salió de la habitación de Austin.
Después que su amigo se fue Austin comenzó a alistarse, se puso perfume, bajó las escaleras y busco a Felipe por toda la casa. Cuando lo encontró le pidió el favor que lo llevara en la limusina hasta la casa de Mackenzie.
—¿A dónde lo llevo? —Dijo Felipe.
—A la casa de los Brooks. —Respondió Austin desde el asiento de atrás.
Al llegar a la casa de Mack, él se bajó y tocó el timbre.
—Sí, ¿en qué le puedo ayudar? —Dijo una de las sirvientas de Mackenzie.
—Buenas noches, vine por Mackenzie. —Le dijo Austin algo nervioso.