~Capítulo 1

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La alarma sonaba, cada vez menos se oía. Mis piernas tenían todo el peso de mi cuerpo en cada paso largo que daba. Mi mochila pesaba como plomo y cosas que tenía dentro chocaban contra mi espalda haciendo que maldiga.

Y es que, escapar de esta dimensión no es fácil. Llevo un largo tiempo corriendo, y debo decir que soy una buena corredora, aunque ya mis piernas se están cansando y la mochila llena de cosas que pesan como la muerte me están matando.

Diviso un gran lago a unos largos metros.

Sonrío de lado al ver el portal. Muy pocos seres podían verlo, y de esos pocos solo menos de la mitad podían pasarlo. Ilógico, ¿no?

Doy una mirada hacia atrás y veo a todos los guardias que me persiguen. Para mi suerte; ninguno nació con las habilidades para poder transportarse por el portal. Para su suerte; nunca vi la rama gigante que me hizo caer al suelo.

—¡AGARRENLA!—grita el comandante—¡Y no la suelten!—advierte.

Siento unas garras tirar de mí hacia atrás, éstas tiran de mis brazos y rompen mi hermosa chaqueta de cuero que una vez un humano me la regaló.

Gruño.

—Casi te escapas devuelta, ¡eh Foxen!—su voz robótica hace que haga una mueca de disgusto.

Todos los de su raza tienen esa voz robótica que tanto detesto, no combina ni con su rostro peludo.

—Qué horrible voz tienes, eh comandante.

Este se ríe y mi mueca se pronuncia más.

—Siempre con sentido del humor. ¿Cómo esperas decirle a tu padre que ésta es la última vez que lo verás?

Río por su pregunta y cierro los ojos. Respiro; me preparo y los abro.

—Tan solo no se lo diré, porque esta vez no me atraparan.

Elevo mis manos y todos los guardias hacen su peor cara de espanto, saben lo que pasará ahora.

—¡FOXEN NO LO HAGAS!—grita el comandante tratando de impedir todo acto que haga.

Veo como unos guardias corren y se protegen con sus escudos, como otros desaparecen a los segundos, y otros se convierten en bestias feroces sin importar nada. Pero ni las bestias ahora podían impedirme escapar. Ya era tarde.

Mis manos se juntan y una explosión se ejecuta con todos los éxitos, haciendo que todo ser que yo quiera desaparezca, y al abrir los brazos, todo volverá a estar como estaba.

Con los brazos juntos, manos juntas, camino los metros que me quedaban hasta el lago, entro y abro los brazos.

—Fue un placer perder el tiempo con ustedes, pero debo irme—los saludo dentro del agua violeta y doy un paso hacia atrás, que ya para cuando abra los ojos, estaré en otra dimensión.

Lo sé, para todos ustedes les parece raro todo esto, pero les explicaré:

Mi nombre es Foxen, y pertenezco a la dimensión número 730, donde todos los seres que vivimos allí tenemos lo que llamamos "dones". Estos dones, se clasifican en dos grupos: 1) Geniticus: Son los dones heredados de padres con mismos dones. Por ejemplo: si dos seres tienen la misma capacidad de dones, sus hijos tendrán los mismos dones, solo igual a sus progenitores.

2) Creliticus: Son los dones heredados de padres con diferentes dones. Ejemplo: los hijos con dones Creliticus tendrán la combinación de los dones de sus padres. Pero sus probabilidades de vida son muy pocas, así que hay muy pocos seres Creliticus.

Para la suerte de mis padres, y de sus padres, y de los padres de sus padres, todos nacimos con vida. Así que nuestros dones son Creliticus, los dones más poderosos de la dimensión 730, los que gobiernan la dimensión 730.

Hay variedades de dones. Se puede volar, desaparecer, transportarse, puedes tener control de los elementos como el aire, la tierra, el agua y el fuego, puedes convertirte en una bestia, como puedes cambiar tu apariencia. Hay muchísimos más, pero nunca terminaría de mencionarlos a todos. Solo hay que saber, que cada uno tiene capacidades diferentes, y aquí los que tienen más capacidad son los que gobiernan. En este preciso momento son mis padres los que gobiernan, en un futuro seré yo y no estoy para nada preparada para eso. Por eso, prefiero disfrutar de mis dones y aventurarme a cosas nuevas. Nada de preparaciones.

Mis poderes tienen limitaciones como todos, pero duran más que los seres con dones Geniticus. Pero de igual modo, todos tenemos que llevar una piedra que en nuestro nacimiento nos la dan. Esa piedra nos ayuda a recuperarnos cuando damos batallas, estamos enfermos, etc. Sin esa piedra nadie se salva. Todos tenemos piedras diferentes, porque no todos somos iguales. Los de piel azul; su piedra es azul. Los de piel verde; su piedra es verde. Siempre depende de su color de piel. Pero en mi caso, que cambio de color según mi ánimo, mi piedra también cambiará de color conmigo, es mi fiel compañera.

Limpio el polvo que había en mi chaqueta y sacudo mi cuerpo. No sé qué es lo que pasa cuando se pasa por el portal, pero siempre termino con polvo en mi ropa, es lo que siempre me delata.

Como de costumbre, estaba en aquel callejón que olía a lo que aquí lo llaman "pescado" y a lo que yo llamo "infierno". Llegar siempre y oler este olor, siempre ha sido el peor momento en estar aquí, pero por suerte, lo que sigue se pone mucho mejor.

Ah, me olvidaba, el portal me trajo hasta la dimensión 365, alias "La Tierra".

Tengo que admitir que esta es mi dimensión favorita junto con la 890. La única diferencia es que La Tierra es un poco menos "tecnológica" y con más habitantes.

Salgo del callejón para quedar al frente de una cafetería, sonrío al recordar todas las veces que venía aquí con Alec.

Alec era la persona con la cual me topé el primer día que llegué a visitar La Tierra. Resulta que en La Tierra sus habitantes no se transportan por portales o tienen dones como en mi dimensión, sino que es la dimensión más simple del universo, pero con un gran cerebro que muy pocos saben usar. Alec se había desmayado al verme aparecer "como por arte de mafia", algo así me dijo. ¿O era magia? Bueno, como por arte de algo de eso me dijo. Todo resultó tan extraño para mi, que me costaba acostumbrarme a ser simple, me costaba dormirme a las mismas horas que ellos dormían, me costaba acostumbrarme a no usar mis dones cuando me enojaba, o controlar mis estados de ánimo, y tampoco podía cambiar el color de mis ojos cuando estaba en frente de un humano. Pero Alec me ayudó en absolutamente todo, y guardó mi secreto junto con su familia que me dio un hogar cuando me quedaba en la tierra.

A pesar de que no me sentía como en casa, trataba de acostumbrarme de alguna forma pero se me hacía imposible. Así que decidí solo venir de visita y estar con ellos, disfrutar todo lo que podía y regresar a casa. Pero cada vez que venía, Alec estaba más grande. Fue ahí que entendí, que seis meses en mi dimensión, eran dos años de la suya, y que cada vez que lo viera estaría más grande y con cosas nuevas por contarme.

Así que, ya han pasado los seis meses y aquí estoy, parada en frente a la cafetería que solíamos venir, esperando ver alguna señal de Alec.

Ella es FoxenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora