Capítulo 7

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Betty observó la figura pálida de Laonis que se asomaba a la ventana. Debía estar en la recámara principal. La que recamara que debía ser suya y no de ella. Ella era la que debía ser esposa de Alexander.

Odiaba con cada parte de su cuerpo a aquella insignificante chiquilla que había usurpado su lugar.

Agradecía que el matrimonio había Sido arreglado para ser de un año y un día. Después de eso, ella podría casarse con Alexander y reinar sobre el castillo. Cómo siempre había Sido su destino. No se había hablado sobre un matrimonio entre ella y Alexander, pero confiaba en que así sería.

Ella se había trasladado con un grupo de sirvientes que ayudarían en las tareas del hogar y en la reconstrucción del castillo. Todo había sido de manera furtiva, así no tendría que enfrentarse a los señores Macdougall.

El par de recién casados había regresado de su luna de miel y durante esos días (que le parecieron mil años), Betty ardió en celos al saber que Alexander dormiría con aquel espanto. Le había hecho jurar a Alexander que no tocaría a Laonis en lo que durará su matrimonio y aunque el lo había prometido, ella lo conocía bien. Los hombres no soportan mucho tiempo estar a lado de una mujer sin querer acostarse con ella. 

Con Laonis sería distinto porque ellas era la esposa oficial y sería lo más natural. Todos esperarían que ella le diese un varón , un heredero. ¡Pero mataría a Alexander si era así! El dio su palabra de Highlander.

Durante gran parte del día, anduvo de aquí para allá fingiendo estar ocupada en algo hasta que por las puerta principal del castillo salió la alta y bien formada figura de Alexander y Betty sintió sus piernas temblar. ¡Era tan guapo! ¡Y era de ella! Aunque estuviera casado sabía que él le pertenecía.

Se contuvo para no correr a los brazos de el y comérselo a besos. El trato había Sido en qué ella estaría trabajando en el castillo a cambio de la discreción. Nadie debía sospechar nada.

Las personas se pondrían de parte de la esposa engañada si se descubría su relación. Había Sido fácil sobrellevar su "relación" en el castillo de los Macdougall pero aquí sería distinto. Los aldeanos no los conocían y no se debían levantar rumores sobre ellos porque podrían llegar hasta oídos de Laird Macdougall y quién sabe que pasaría.

La mirada de Alexander se topó con la suya y ella supo que quería verla. De inmediato.

Su corazón brinco de emoción y se apresuró a ir a los establos. Alexander la siguió poco después tomando un camino distinto.

Los establos, privados y poco concurridos era el lugar perfecto para verse. Solo unos cuantos caballos y un caballerizo ( que en ese momento no se encontraba ahí) era todo lo que habitaba en el.

Un caballo blanco relincho al ver a Betty pero está solo se limitó a lanzarle un manotazo para hacerlo callar . Betty espero en silencio pero con el corazón latiendo con fuerza contra su pecho.

Los pasos sigilosos de Alexander se dirigieron a ella. Lo recibió con un apasionado beso y lo abrazo tan fuertemente como para no dejarlo escapar nunca.

-¡Oh, Te extrañe tanto!-exclamo Betty.-Me volvía loca cada noche sin saber de ti.

-Yo también, amor mío. Fue eterno el tiempo sin ti. Pero ya estamos juntos de nuevo.

-¡Gracias a San Ninian! ¡Ya no soportaba una día más!

Se volvieron a besar hasta que fueron interrumpidos por el relincho del caballo blanco.

-¡Estúpido caballo!-dijo Betty.

Alexander río .

-Ese caballo es el regalo de bodas de Laonis.-le comentó mientras se acercaba a acariciarlo.- Su hermano se lo obsequio.

La Reina de las nieves.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora