Capitulo 6

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Alexander jamás pensó que podría aburrirse más. Era su segundo día en su luna de miel y sentía que habían pasado mil años en ese viaje.

Laonis era muy delicada. El sol la dañaba y casi no podía disfrutar del viaje. El quería hacerla parte de sus observaciones durante el viaje pero parecía que todo la atemorizaba. Alexander no tomaba en cuenta el hecho de que ella habia estado confinada al encierro durante la mayor parte de su vida y de que de ese maltrato derivaba su inseguridad.

Ella no había gozado de la libertad que el había tenido. Su frustración y desesperacion para con su esposa lo hizo desear más que nada que aquel año finalizará. Seguramente Betty sería más divertida y seguramente su madre se moriría de un infarto si el se casaba con Betty. Pero ese era el trato (con su padre), aunque su madre no estaba enterada.

Laonis trataba de seguir el ritmo de Alexander pero el hombre era demasiado inquieto y parlanchín. A veces se sentía mareada por el torrente de palabras y otras se sentía ahogada en el silencio incómodo. Alexander parecía tener dos lados y brincaba de uno al otro en cualquier momento. Era demasiado cansado para Laonis seguirle el ritmo pero se daba cuenta de que todos esperaban que fuera paciente con el. Como si el deber de esposa paciente y pasiva fuera su eterno rol.

Pero como se es paciente con un hombre así? Ojalá no le fuera más complicado. A veces sonreía por complacerlo, reía o callaba por agradarlo y trataba de interesarse en sus comentarios para conocerlo. Pero él solo hablaba de el mismo. No recordaba que le hubiera preguntado algo sobre ella. Más bien, pasaba de ella como si no fuera importante. Algo a lo que Laonis estaba sumamente acostumbrada.

Los luna mieleros y sus acompañantes hicieron una parada en unos de los pueblos que estaban sobre el camino. El cielo se había nublado y la ligera llovizna había convertido a las calles en un lodazal.

Poniéndose una capucha, Laonis se fue detrás de Alexander cuando esté descendió del caballo. Había algunos puestos ambulantes sobre el camino y algunas provisiones ya se habían agotado (esos hombres comían como bestias) así que Alexander le tendió a Laonis un bolsa pequeña con monedas.

La chica la miró sin comprender. Que se supone que haría con ellas?

-Compra lo que haga falta.-le indicó y se adentro en la taberna más próxima.

Laonis miro a Mary y está le regreso la misma mirada confusa que ella le brindaba. De repente, la calle se le hizo larguísima y las voces de los tenderos demasiado altas. Chillaban en sus oídos sus gritos. Sacudió la cabeza y trato de pensar una cosa a la vez.

Alexander le había indicado que comprara lo que hiciera falta. Quizás se refería a artículos de limpieza (porque los hombre olían a burro) o a alimento. Optó por lo último porque no deseaba tener que bañar a cada uno de esos bárbaros.

Entro los puesto había toda clase de verduras y frutas. Laonis no sabía que escoger, así que señalo aquí y allá y el vendedor se lo entregaba. No supo cuanto había gastado en realidad pero esperaba que Alexander estuviera contento con sus compras.

-No servirás como señora de un castillo.-le sentenció Alexander cuando vio lo que Laonis había comprado.-No compraste lo necesario, solo malgastaste el dinero.

-Puedo hacer que esto funcione.-comento el cocinero.-No es nada grave, señor.

-Pues tendrás gran talento para la cocina si consigues hacer algo decente con esto.-grito Alexander y los hombres rieron.

Laonis sintio su cara enrojecerse y los ojos se le tornaron borrosos a causa de las lágrimas. Agachó la cabeza y no dijo nada.

Un pellizco de remordimiento hizo reaccionar Alexander.

La Reina de las nieves.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora