Capítulo 8

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Alexander se giró en el lecho y sintió el cuerpo tibio de su esposa que aún dormía.

Los recuerdos de la noche anterior se agolparon en su mente como un torbellino y el disfruto de ellos. No había Sido tan mal como había pensado. De hecho, las sensaciones habían sido aún más dulces y satisfactorias que antes.

La inexperiencia de Laonis la volvía aún más sensual sin proponérselo.

Alexander se giró en la cama y se incorporó. Ella aún dormía pero aunque quisiera, Alexander no podría irse. La mancha de sangre en la cama daría de que hablar. Y Laonis tendría muchas preguntas.

Había roto una promesa. Había fracasado como Highlander. Le había prometido a Betty que jamás tocaría a Laonis. Pero, era más fuerte la promesa que le había hecho a Betty que la promesa que le había hecho a Dios el día de su enlace?

Se dejó llevar por los acontecimientos del día anterior y aunque no sentía culpa ni remordimiento si sentía una punzada de decepción por haber roto una promesa.

Un Highlander hecho y derecho no rompía promesas. De pronto, el ser Laird de un castillo le pareció inapropiado para el.

Se sacudió de la cabeza estas ideas y fue a abrí la puerta de la habitación. Un par de mozos traían una tina y con ellas venían algunas criadas cargadas de cubos con agua caliente. Hicieron su tarea de acomodar la tina y verter el agua en ella con rapidez y en silencio para después salir apresurados.

El agua caliente relajo sus músculos y trató de aclarar sus pensamientos. Pensándolo bien, la promesa que le había hecho a Betty era estúpida. Laonis era su esposa ahora. Lo lógico era que se acostara con su esposa. Estaba en su derecho.

Aunque, podría procrear hijos y con eso atarse a ella. El ritual había Sido pactado por un año y un día. Pero y si en ese tiempo tenían un hijo? Sería más difícil romper el pacto.

Las aguas de la tina se agitaron con el pequeño salto de sorpresa que Alexander dió. No creía estar preparado para una vida a lado de Laonis. El ya había proyectado su vida a lado de Betty y por su estúpida calentura ahora ese proyecto podría estar anulado .

Laonis se giró, dormida en la cama y los ojos azules de Alexander se posaron sobre ella . Una punzada de ternura y culpa le embargaron el pecho. Laonis sería la única afectada. Ella también había Sido arrastrada a este juego de poder.

Aunque ella llevaria la peor parte. Nadie quería a una mujer repudiada y con hijos.

Pero ese hijo sería tu heredero.

Si, bueno. En caso de que ese bebé existiera. No era seguro. Era poco probable que ya la haya embarazado. A Betty no la había embarazado en todo el tiempo que llevaba con ella. Solo esperaba que ese fuera el caso con su esposa.

Era terrible tener esa clase de pensamientos. Lo más común era que el esposo se enorgulleciera de embarazar a su esposa y crear una familia pero el le temía a eso. Lo sentía como un obstáculo y como un reto a la vez.

Sentía paz de tocar a su esposa pero sentía miedo de...un bebé.

Sin poder soportar más, salió de la bañera y tras secarse el cuerpo con un jergon, se vistió y salió de la habitación.

Las preguntas de Laonis podrían esperar.

El portazo que dió la puerta sobresalto a Laonis que dió un respingo asustado y se sentó sobre la cama. La luz de la mañana ya entraba a raudales. Debía ser tarde. 

Inspeccionó con la mirada la tina de agua. Un ligero vapor salía de ella y se le antojo sumergirse. Apartó el tartan de ella y se puso en pie. Una aguda punzada en sus partes íntimas le recordaron los sucesos de la noche anterior. Separó un poco sus muslos y pudo ver ligeros rastros de sangre seca sobre su piel. Y al girarse a ver sobre la cama, vio la pequeña mancha sobre ella.

La Reina de las nieves.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora