Final

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Frío.

Calculador.

Sus pasos eran lo único que se escuchaba en el pasillo y su mirada, oscura e imponente, barría cada esquina como si pudiera comerse a alguien vivo. Sus antiguos empleados bajaron la cabeza a su paso; miedo y respeto, una extraña combinación que Yoongi no terminaba de comprender.

Jeon Jungkook era intimidante. Su traje a medida, demasiado apretado en sus bíceps, su impecable peinado que dejaba a la vista su frente y sus labios cincelados, delgados, apretados en una expresión de absoluta indiferencia. Para los ojos de muchos, ese hombre era perfecto; seguramente, era la clase de hombre que encontrarías en alguna historia cliché y mal narrada. Pero Yoongi sabía que no siempre fue así.

Jungkook cayó de su pedestal y tocó fondo una única vez: cuando creyó que su hija moriría.

Tal vez Yoongi nunca había visto a nadie tan destrozado. Esa tarde, se preguntó si acaso su corazón se había ido por el desagüe porque, quisiera o no, le alegraba verlo así. Sentía una enfermiza felicidad mientras veía a Jungkook retorcerse en la silla de espera, revolviendo su cabello, aguantando sollozos que se escapaban entre sus labios, los cuales estaban agrietados y partidos por tantos mordiscos. Karma, era lo único que Yoongi podía pensar. Y eso lo convertía en una persona tan horrorosa como el mismo Jeon Jungkook.

El hospital estaba atestado de gente. Resfriados, accidentes, mujeres escandalosas y enfermeras molestas, con médicos yendo de un lado a otro y niños llorando. Tal vez, si no estuviera tan estresado después de lograr medianamente que Jimin no golpeara al médico, sentiría un poco de compasión por Jungkook: su esposa estaba inconsciente y los médicos no habían terminado aún el nivel de toxicidad en su sangre, ni tampoco hasta qué punto podría afectar al bebé.

Contener a Jimin, que no paraba de gritarle al médico, exigiéndole que hiciera bien su trabajo y que salvara a su hermana, fue tan difícil que ambos terminaron exhaustos. Ahora el rubio estaba dormido contra la pared, fuera de combate después de tanto llorar. Yoongi hizo una mueca y se sacó la chaqueta, colocándosela para que no tuviera frío.

Sus ojos volaron inevitablemente hacia Jungkook unos segundos después. Él lucía tan... perdido, como si no tuviera la mínima idea de lo que debía hacer. Notó que no llevaba su anillo de bodas. Lo que sea que hubiera pasado en Daegu, lo tenía trastocado; no era el mismo, jodidamente no. El Jungkook que él conocía abriría al infierno para salvar a su esposa e hijo para demostrar que podía, pero no este tipo meditabundo y resignado, como si estuviera esperando lo peor.

Jungkook fue consciente de la mirada compasiva de Yoongi cuando este abrió la boca para darle algunas palabras de ánimo. Sin embargo, en lugar de su voz, lo único que ambos escucharon fue el molesto sonido del celular de Jungkook.

Se miraron, pero nadie atendió al teléfono. Yoongi pensó que estaba viendo a un niño, con enormes ojos negros cargados de angustia, como si acabara de hacer una travesura. Sus manos moviéndose nerviosas, su pie repiqueteando y su labio firmemente apretado entre sus dientes. Tan distinto. Allí no había arrogancia, ni altanería; esa tarde, Yoongi lo vio.

—Lo vi —susurró Jungkook con la voz quebrada—. Yo jodidamente lo vi.

En ese momento, Yoongi no entendió. Con la algarabía, las demás conversaciones, las exclamaciones y la tácita nube de incertidumbre sobre ellos mientras esperaban por noticias sobre Hana, su cabeza no pudo con esas simples palabras.

—Taehyung —volvió a decir el menor; el teléfono dejó de sonar—. Lo vi.

Ese nombre hizo que sus piernas flaquearan. Sus muros cayeron y el corazón le aleteó feliz; incluso su cara se relajó y una pequeña sonrisa quiso tirar de sus labios, pero se negó.

Harmful love - KookV [[Sin editar]]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora