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—En poco será el cumpleaños de Jungkookie —Hana hizo un puchero—. No sé qué regalarle, Tae. ¿Alguna idea?

Taehyung soltó un suspiro tembloroso mientras se preguntaba por qué no podía dejar de castigarse a sí mismo de esa forma. Lo más sensato habría sido renunciar y cortar toda clase de vínculo con Jeon, pero no, porque lo suyo no iba a acabar de un día para otro. Las palabras de Jungkook eran reales; de alguna u otra manera, Taehyung volvería a sus brazos.

Porque demonios, él amaba todo lo que tuviera que ver con ese hombre. Su sonrisa, su piel, la línea de su mandíbula y aquellos oscuros ojos. ¿Eso era un pecado? ¿Amar a Jeon Jungkook era un pecado? Parecía que sí. Taehyung sentía el castigo divino sobre él siempre que lo veía en la agencia y no podía hablarle. Jungkook obviaba su existencia de una manera dolorosa. Para él las cosas eran claras: lo suyo fue y siempre sería sexo.

—¿Qué le puedes dar a un hombre que lo tiene todo? —respondió con un bufido triste. Colocó la mano bajo su barbilla e hizo una mueca. Tenía, de hecho, tantas opciones en mente que le hastiaba la poca creatividad de Hana. Ni siquiera podía decirle lo mucho que odiaba que lo llamara "Jungkookie".

—Regálenle un puto cerebro —opinó Jimin rodando los ojos. Hana medio rio, pero el castaño solo pudo chasquear la lengua.

¿Un cerebro? Por supuesto que no le iba a servir. Jungkook era malditamente inteligente y astuto, quizá demasiado.

—Yo le regalaría un corazón —farfulló en voz baja, más un pensamiento despechado suyo que una verdadera acotación. Los hermanos Park le miraron confundidos y sorprendidos.

—¿Qué dices? —Hana se mostró escéptica—. ¡Jungkookie es el hombre más cariñoso del mundo! Él me da flores, chocolates y muchos detalles que hace que me derrita —Suspiró, totalmente enamorada. A Taehyung le dolió eso. Esa linda chica estaba casada con un hombre que no podía ver más allá de sus propios placeres—. Él es tan tierno conmigo... Casarme con él fue la mejor decisión que tomé en mi vida.

El castaño cerró los ojos sin escuchar la réplica de Jimin. Él conocía esa sensación; Jungkook de verdad podía ser detallista y atento, no podía negarlo. Pero Taehyung estaba lejos de querer halagar su capacidad adquisitiva. Le gustaba mucho más todo lo que tenía que ver con la cama. Jungkook era un experto en leer las emociones; sabía bien cómo actuar dependiendo las circunstancias. Cuando Taehyung estaba triste sus manos solían volverse delicadas, sus palabras eran suaves y de ánimos; podía hacer promesas, susurrarle al oído interminables frases que lo harían enloquecer de ternura. Pero todo eso era algo vacío, carecía de significado alguno para Jungkook. Él era alguien que sabía utilizar las herramientas disponibles a su favor. ¿A quién le gustaba que la persona con la que iba a tener sexo estuviera triste?

No necesitaba una respuesta. En aquellos momentos, aunque fuera solo, única y exclusivamente con ese fin, Taehyung quería los consuelos de Jungkook. Quería sus protectores abrazos, sus ínfimas caricias y las palabras bonitas que le ayudarían a olvidar una tristeza que él mismo causó. Irónico de verdad.

—Hablando del rey de Roma... —alargó Jimin rodando los ojos. Era su gesto favorito cuando se trataba de Jeon Jungkook, quien en el momento se encontraba pasando por las puertas de la agencia. Hana giró con felicidad hacia esa dirección y trotó los pasos restantes hasta llegar a él, lazándose a sus brazos con una sonrisa en la cara.

Taehyung apartó la mirada con amargura.

—¿Deberíamos subir? —preguntó en un murmuro. Estaban en la recepción; no se habían dignado a subir desde que se encontraron hacía unos minutos. La empresa comenzaría sus actividades en una hora al menos, así que tampoco tenían afán.

Harmful love - KookV [[Sin editar]]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora