Capítulo 1: ¿En qué me he convertido?

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      Era un día como otro cualquiera, los Yorozuya habían sido contratados por una persona, que ni siquiera mostró su cara cuando se presentó a ellos, para un trabajo de investigar un grupo de Amantos que su comportamiento era bastante extraño.
   Gintoki, mientras se hurgaba la nariz, se sentó en una caja de madera que estaba en el suelo.  Sus ojos de pez muerto estaban mirando a una casa que se encontraba cerca de un callejón.
   Se dio cuenta de una figura bastante familiar. Era Hijikata Toushirou, con un cigarro en la boca y las manos metidas en los bolsillos de su pantalón y tenía la cara típica de pocos amigos. Había cambiado bastante, lo conocía desde hace cinco años, y ciertos hábitos los había dejado aunque seguía siendo un incordio. Ya no fumaba tanto, le gustaba más su trabajo, tampoco necesitaba mayonesa hasta para tomar el café y lo más sorprendente de todo es que ya no discutía tanto con Okita Sougo.
   Que hablando del rey de roma, Gintoki se encontró con un Sougo indiferente detrás suya.

     —Coño, Danna. ¿Qué haces tú aquí? —preguntó Sougo, mientras se arreglaba la coleta.
Sougo ahora tenía el pelo largo, igual de largo que Kagura. Además Sougo había madurado bastante a pesar de seguir siendo un sádico.

     —Haciendo mi trabajo, que como me quitéis mi recompensa te quedas sin el pelo que tienes —respondió Gintoki, con una sonrisa despreocupada. Se llevaba demasiado bien con él.
   Sougo esbozó una ligera sonrisa.
     —A todo esto, ¿dónde están el gafas y la china?
     —Investigando por otro lado. Ya no hace falta que vaya con ellos a todos lados —Gintoki se levantó y miró a otro callejón donde se encontraba Shimura Shinpachi, colocándose las gafas.
     —Entiendo —Sougo se marchó agitando su mano levemente para despedirse de Gintoki.

   Últimamente Sougo preguntaba por Kagura a menudo más que por cualquier otra persona. Su rivalidad había terminado desde hace 3 años y ya solo se saludaban cuando se encontraban. La actitud del sádico confundía a Gintoki, pero no pensaba en ello porque no le importaba. Gintoki también estaba confuso en como tratar a veces con Shinpachi y con Kagura, ya eran más fuertes e incluso estuvieron por 2 años separados antes de que se terminase con Utsuro. Cada vez que recordaba ese momento le producía escalofríos. Sin embargo, estaba feliz de volver a estar con ellos por un tiempo indefinido.
   Shinpachi llegó al callejón donde estaba Gintoki y se sentó en la caja donde se había sentado antes.

     —Nada de nada, a este paso no vamos a tener comida para el mes que viene —resopló mientras miraba de reojo a Gintoki—. ¿Te pasa algo?
     —No, ¿por qué? —preguntó él mientras miraba a todos lados.
-Te veo algo nervioso. Bueno más bien estás siempre así cuando Kagura no está, Gin-san.

   A Gintoki se le había desencajado la mandíbula, y no supo que responder. Es cierto que él estaba más aliviado cuando la tenía a su lado, pero era porque él era como un guardián para ella. O eso es lo que él procuraba pensar para no confundirse con unos sueños extraños que estaba teniendo sobre ella y él. Cuando se había separado de Shinpachi y Kagura, no se imaginó lo que le costaría hablar con ella nuevamente o que la echaría tanto de menos. Una voz risueña con acento chino sonó, y Gintoki se relajó.

     —¡Kagura! ¿Has podido averiguar algo? —Shinpachi se acercó a ella, mientras que ella resoplaba con fuerza.
     —No -sonrió y en su respuesta Gintoki y Shinpachi se desplomaron—. Lo siento —se disculpó mientras los ayudaba a levantarse.
    —No pasa nada, volvamos a casa, ha sido un día largo y agotador y necesito leer la JUMP —dijo Gintoki.
   Los otros dos se miraron y sonrieron.


   Los tres ya se encontraban en la Yorozuya, Gintoki leía la JUMP como siempre, Shinpachi aún recogía lo que los otros dejaban en el suelo y Kagura se había comido como diez platos de arroz con huevo. Había veces que Gintoki miraba a escondidas a Kagura, no porque quisiese si no porque sentía que ella escondía algo. Estaba con un comportamiento de lo tanto inusual en ella.
Se acercó a ella, y se sentó a su lado. No se dio cuenta puesto que seguía comiendo ignorando las quejas del cuatro ojos. De repente, Gintoki acercó su boca al oído de ella, ésta se dio cuenta y lo empujó. Gintoki salió disparado y casi rompió la ventana.

    —¿Gin-chan? —Gintoki miró a Kagura y se percató que su rostro incluso estaba más rojo que su pelo.
     —¿Me quieres dejar sin espalda? —inquirió él, dolorido. "Joder, esta niña está loca", pensó.
     —¿Y tú qué estabas haciendo? —Kagura se sentía incómoda pero a la vez estaba confusa.
     —Estaba... pegándote un moco en la oreja.
   Kagura crujió los huesos de sus manos, y le golpeó en el estómago y Gintoki salió volando por la ventana. "Estúpido Gin-chan", se metió dentro del armario donde dormía y no salió más en toda la noche. Por desgracia, Shinpachi tuvo que arreglar la ventana.


   El timbre de la casa no paraba de sonar, Sadaharu daba vueltas por la casa inquieto porque no podía descansar. Kagura fue la primera en levantarse, sin ni siquiera peinarse y con su pijama puesto, abrió la puerta. Se arrepintió para si misma haber abierto, no era nada más ni nada menos que Sougo.
   Entró como si nada por la casa, y dejó una carta en la mesa en la que iba para Gintoki. Kagura frunció el ceño, pensando que ponía en esa carta. Sougo apartó el pelo de ella y le dijo algo en el oído, después de esto se marchó. Kagura hizo como si nada pero no sabía que Gintoki los había visto, estaba algo ligeramente molesto pero no sabia el porqué.
Salió al rato de su cuarto, y abrió la carta, por lo visto esa noche el Shinsengumi quería la ayuda de los Yorozuya. Gintoki soltó un suspiro, "no hay recompensa".

     —A ver, niños —llamó Gintoki a los dos, los cuáles se habían molestado con esa forma de llamarles—. Tenemos trabajo hoy por la noche aunque no haya recompensa. Hablaré con estos subnormales de todas formas —explicó mientras zarandeaba la carta como si fuese un abanico.
     —¿De qué trata, Gin-san? —preguntó Shinpachi mientras le quitaba la carta de la mano.
     —Pues la verdad, no tengo ni puta idea —se encogió de hombros, Shinpachi lo miró con mala cara.
   Kagura sintió el ambiente cargado y se incomodó, y aunque Gintoki se dio cuenta de esto no le preguntó nada.

   Pasó el día sin muchos cambios, Gintoki intentaba más de una vez hablar con ella pero Kagura se alejaba siempre. Cuando ya era por la noche, los tres salieron y vieron a Hijikata, a Sougo y a Kondo Isao y tres coches patrulla. La noche, por extraño que fuese, sentían todos como un ambiente demasiado cargado y Kagura incluso sentía presión en su cabeza.

     —Bueno, ¿quién de vosotros sabe conducir? Aparte de este tonto claro está —preguntó Hijikata mirando a Kagura y a Shinpachi e ignorando a Gintoki.
   Kagura levantó la mano y aunque no le hubiesen dado permiso, ella ya se sentó en el lado del conductor, y abrió la puerta para que entrase Gintoki en el lado del copiloto y Shinpachi detrás.
     —¿Por qué tiene que conducir ella? Si conduce estamos más que muertos —susurró Shinpachi,  que estaba intentando tranquilizarse pero cuando Kagura aceleró casi se le salió el corazón por la boca.
     —¡Oi Kagura, conduce más lento, coño! —gritó Gintoki, asustado mientras se agarraba al asiento por si salía despedido por los aires.
     —Esto... Lo siento pero es que no sé como va esto —trató de disculparse ella. Pero el coche no paraba de chocarse con farolas y rozaba a otros coches.
     —¿A mí qué me cuentas? Quita ya conduzco yo... —de repente recibieron un choque por detrás.
     —¿Y ahora qué? ¡Kagura, mira la carretera! —Kagura se había girado y eso había hecho que el coche fuese a dirección contraria.
     —Mira debajo tuya, cuatro ojos, creo que hay un bazooka y me lo das —Kagura se había medio levantado y estaba a gatas intentando pasar por el hueco de en medio. Gintoki sin querer había mirado al culo de Kagura y eso hizo que no estuviese atento del volante y el coche empezó a rozar con otros edificios y gente corriendo.
   Kagura ya había cogido el bazooka y bajó la ventanilla para disparar pero le dio a un camión y explotó. Estaba tan avergonzada que no sabía ni donde esconder su cara.
Volvieron a dar en la parte trasera del coche y Kagura sin querer se tambaleó y casi dispara el bazooka.
     —¿Estás bien, Kagura? —preguntó Gintoki mirándola de reojo.
    —Necesito salir del coche, lo más rápido posible —respondió ella, sin tapujos.
     —¿Qué mosca te ha picado?
     —Yo... No es de tu incumbencia, Gin-chan. Lo siento.
   Aprovechó que Gintoki había bajado la velocidad para escabullirse. Tenía lágrimas en sus ojos pero dejó que cayesen, ahora mismo ella no estaba dispuesta a preocuparse por una persona que sabía que no podría estar con ella mucho tiempo.

(GinKagu) Tiempos de oscuridad |Terminada/en proceso de edición|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora