07.- Como una esponja

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Nadie supo quién lo empezó pero el asunto en cuestión fue solo el inicio de una serie de cosas que nadie había esperado, al menos, no desde la época de los merodeadores. Fred y George Weasley se quitaron el sombrero ante la pericia del bromista máximo (figurativamente, ya que se habían enterado del hecho por cartas de Ron), alguien con dos bolas bien puestas hechas de acero reforzado. Peeves quería felicitar en persona a este alumno y todas las Casas buscaban afanosamente la identidad del bromista que se había atrevido a una acción aún más sin precedentes que las bromas que Fred y George habían realizado el año pasado al sapo rosado... alguien le había jugado una broma a Snape.

El profesor había tenido una especie de "bomba de tiempo" dentro de su salón, justo cuando estaba haciendo la calificación de los ensayos de los de Primer Año. La "bomba" estaba rellena de una poción desconocida y fue tan sutil en su liberación, que Severus Snape, Maestro de Pociones, no se dio cuenta del daño, hasta que entro al Gran Comedor y todos en él, incluso el siempre sonriente Dumbledore, lo miraban entre el horror y la diversión.

Entonces, Snape se dio cuenta de que era algo en su persona lo que había traído el silencio y conjuro un espejo. El grito del profesor heló los corazones de todos los estudiantes quienes se veían unos a otros, debatiéndose entre buscar al culpable y entregarlo a Snape para que tuviera su venganza, o protegerlo de él.

Snape fue hasta Orpheus Black y lo tomó del cuello de su camisa, haciendo que el adolescente tragara en seco.

—¡TU! ¡TU ME HICISTE ESTO! —Dijo Snape, tirando de sus nuevas rastas que estaban hasta su cadera. Incluso tenía el sombrero multicolor y cada rasta estaba decorada con cuentas. Si no fuera por la mirada asesina en el hombre y sus túnicas de mago, podría haber estado asistiendo a un concierto de reggae.

—N-no, p-profesor—Snape entrecerró los ojos y Orpheus recordó quién era él en realidad y usó un arma que raramente ocupaba, pero esta era una de esas ocasiones en que debía usarla—No soy un suicida. Soy un Slytherin. ¿Por qué le haría algo así a mi propio Jefe de Casa? Y si fuera una broma mía, no hubiera optado por rastas sino por cabello color rosa o arcoíris, o hubiera cambiado sus túnicas para que hicieran juego con las del director, o...—.

—¡Esta bien! —Dijo Snape con reluctancia, soltando a Orpheus—Puede que no fuera usted—Snape escaneo con la mirada el Gran Comedor hasta que localizó al adolescente de cabello revuelto más conocido del mundo y sonrió como un gato atrapando a un ratón—¿Pero qué me dice de Potter, señor Black? —.

—Harry es inútil en pociones—Dijo Orpheus como un simple hecho.

—¡Ahh! Así que sabe que esto fue obra de una poción...—.

—Claro que debió ser una poción, un hechizo, encantamiento o maldición ya lo habría podido contrarrestar con un Finite Incantatem, que permanezca sobre su persona, por eliminación, solo queda una poción como la causa—.

Severus apretó los labios y luego le dijo a Orpheus—Venga a mi despacho luego de la cena, usted y yo tenemos mucho de qué hablar—.

Con eso, Snape se fue de vuelta a sus mazmorras, decidiendo cenar en ellas y armando un plan para encontrar al culpable tan pronto como fuera posible. Orpheus Black, o mejor dicho, Sirius Black, experto bromista, seguramente sabría encontrar a otro bromista y además, se lo debía, por todo el sufrimiento que le causó en su adolescencia.

Orpheus respiro y disfruto de los halagos inmerecidos de parte de su Casa y lo más importante, Draco Malfoy volteó a ver a Orpheus con otra mirada diferente al educado desdén. Ahora había una chispa de interés y Orpheus pensaba empezar a explotar eso a su favor.

Harry sintió como su hubiera escapado de una bludger dirigida a él luego de ver a Snape salir, dando un buen vistazo de su nuevo peinado. Y al igual que el Maestro de Pociones, empezó a escanear el Gran Comedor y todo fue una constante. Miradas de terror, asombro, alivio y entonces, localizo al bromista y a otro alumno claramente satisfecho con el resultado.

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