Capítulo 1

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El Príncipe Majunia, un hombre con expresión siempre fría, salió a dar una caminata por los jardines del castillo de su padre, el Rey Piccolo, dejó a la pareja del personal de esparcimiento en su habitación (forma elegante de llamar a los prostitutos, mujeres y hombres, que pertenecían al harem de la familia real), extenuados, durmiendo. A pesar que la guardia siempre estaba atenta, luego de la muerte de Cymbal, prefería revisar todo personalmente, estaba decidido a lograr que su padre lo nombrará su sucesor y ningún idiota humano evitaría eso, atacándolo por la espalda como a su hermano.

Cuando ya estaba por amanecer, llegó al sector donde estaban los prisioneros, el lugar era una estructura lisa, por fuera parecía un edificio de departamentos, pero si se miraba detenidamente, solo los sectores más altos tenían ventanas, donde los presos solo podían escapar de su prisión, a la muerte por la caída. Desde la única ventana que tenía barrotes, vio que unas manos salían justo cuando una suave lluvia cayó en ese sector, quien fuera esa persona tomó un poco del líquido, cuando las entró se despejó, fue una extraña coincidencia, pero no le dio mayor importancia.

Al día siguiente siguió con sus rondas, ahora que su padre estaba en Marte para tratar de destruir el Triunvirato de las Visionarias, el joven príncipe quedaba a cargo del palacio. Ese grupo estaba conformado por Uranai Baba, Veleda (mujer sesentona, morena), y Selene (de 40 años, alta, delgada, rubia pelo largo ondulado), ellas les daban un gran apoyo a los rebeldes, que lograron ganar varias batallas contra el dictador del mundo últimamente, aunque la del medio murió en el ataque donde asesinaron al hijo del Rey Piccolo, hacía un año atrás.

Ese amanecer sintió curiosidad por ver si lo que pasó el día anterior se repetía, pero no vio nada anormal, al afinar el oído escuchó quejidos de dolor, se fijó bien la orientación del lugar de donde salían, y entró a la prisión a investigar. Ese lugar correspondía a la prisionera especial que su padre capturó hacía un mes, la mantenían aislada del resto de los presos humanos, con vigilancia permanente las 24 horas del día. Al acercarse descubrió que la guardiana tenía amarrada a la mujer a la pared con cadenas y le hacía pequeños cortes en los brazos.

— ¿Te gusta el dolor, verdad? — la uniformada le pegó una cachetada a la prisionera — dime porque el Rey no quiere que te maten, que secreto tan importante le conoces.

— No me doblegarás, maldita coja, eres solo una basura que le sirve a esa bestia — la morena la escupió.

Se quitó el escupitajo de la cara y la golpeó en el estómago.

— Ese estúpido no está en el planeta — refiriéndose al Rey — nadie te protegerá.

— No necesito que me ayuden con escorias como tú — la tomó con las piernas del cuello y la tiró al suelo.

La guardia se levantó y en represalia la pateó en las costillas.

— No sé cómo tienes tanta energía, te tengo días sin comida ni agua — se asombró de la resistencia de la joven — ya no deberías ni poder hablar.

— Sorpresa, soy más fuerte de lo que tú piensas — dijo irónica.

— Me tienes que decir lo que quiero, aunque sea lo último que haga, así tendré como cobrarme esto — mostró una prótesis en vez de su pierna izquierda — juré que le haría pagar esto a ese bastardo verde. Tal vez debo hacer algo más fuerte — tomó el cuchillo para tratar de hacerle cortaduras en el cuello.

Una figura imponente apareció en la entrada de la celda abierta.

— ¿Qué pasa aquí? — su voz sonó como un trueno en el silencio del lugar.

— Príncipe Majunia... su majestad, que sorpresa... heee — hizo una reverencia nerviosa.

— Sal de aquí.

— Pero... — tenía miedo que la otra le contará lo que pasó.

— Ahora — la mirada del demonio la heló de miedo.

Quedaron solos la prisionera y el guerrero, mirándose fijamente, sin decir nada, estudiándose.

— ¿Qué quieres, hijo de hiena? Te gusta lo que ves — le dijo en tono de burla.

La mujer se veía demacrada, estaba delgada, sus ojos verdes, su pelo café enmarañado le llegaba bajo los hombros, medía 1.65 kilos, vestía una camiseta y un pantalón inmundos. A pesar de todo eso su mirada era muy dura y mostraba una gran fuerza interior.

— ¿Por qué te trajeron aquí?

— Si tú que eres el hijo amado de papi no sabe, no te lo diré.

— Eres una insolente.

— Y tú un idiota igual que tu padre.

Majunia le dio una cachetada, un pequeño hilo de sangre le corrió por la comisura de los labios a la mujer.

— No creas que esa actitud te servirá conmigo, lo que yo quiero lo obtengo tarde o temprano — replicó él fríamente.

— Conmigo será muy tarde — lo miró desafiante.

Cuando iba a volver a golpearla, una mano le tomó el brazo para evitarlo, se dio vuelta para atacar, pero se detuvo al ver a su padre allí.

— No sabía que habías vuelto.

— Recién llegue y veo que estás entreteniéndote con mi juguete especial, está mujer no debe morir — le respondió el Rey.

— ¿Y está es la manera en que lo haces? — apuntó a lo delgada que se veía.

— Su custodia me aviso que no quiere comer, se auto lesiona, no toma agua ni se asea, si sigue así deberé hacer que la obliguen a alimentarse. Salgamos de acá, el olor es inmundo. Tengo buenas noticias de la misión, ya logramos poner una base permanente en Marte, quiero que conversemos sobre los planes que tengo ahora.

Cuando los dos hombres de piel verde se alejaban del lugar, la guardiana suspiró aliviada y se dio vuelta para volver a su puesto, por eso no vio que Majunia le lanzó una esfera de energía que la mató. El rey siguió caminando sin inmutarse.

— ¿Por qué lo hiciste? — preguntó sin darle importancia.

— Te mintió, descubrí que estaba dejando sin comida ni agua a la mujer, incluso la torturó, quería que le dijera porque no quieres que la maten — le dijo.

— Deberé buscar otro guardián, pero con más cuidado — respondió su padre mientras bajaban por las escaleras — no solo di órdenes que no la maten, tampoco debe perder su virginidad, al menos por ahora — sonrió de lado.

El joven levantó una ceja.

— ¿Por qué padre? — preguntó intrigado.

— No necesitas saberlo — el Rey cambió de tema — tú y Drum deberán acompañarme, salimos mañana a Marte de nuevo.

Cuando el Rey, con sus dos hijos menores llegó al planeta rojo, lograron por fin destruir varios enclaves de los rebeldes, por eso los renegados se replegaron a las lunas Deimos y Fobos, donde era más fácil defenderse, y evitar que las naves reales bajarán. A su vuelta a la Tierra los demonios fueron recibidos como héroes por sus adictos.

La MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora