Capítulo 9

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Toda maldición puede anularse, las otras brujas deben saber cómo hacerlo — replicó con seguridad el Rey Piccolo.

Luego todo fue oscuridad, cuando volvió a la realidad Cynthia se dio cuenta que estaba llorando.

— Ella maldijo a Cymbal por eso murió... si pierdo... maldijo a esos demonios con la muerte si yo muero ¿Entonces por qué profetizó que yo sobreviviría al final de su dictadura? — trató de ordenar sus pensamientos.

— Así que es por eso que ellos no te quieren muerta — había un hombre en la puerta, con jeans, polera oscura y zapatillas, moreno de pelo claro y ojos café, de unos veintiocho años.

— RAFAEL — Cynthia se sobresaltó, trató de controlarse y no dejar que el terror la dominará.

— Ahora soy el Comandante Mayor Rafael, líder de las fuerzas rebeldes — le corrigió — siempre me pareció curioso que sin ser en realidad nieta de Veleda ambas fueran videntes. Uno de los espías de palacio nos avisó que vendrías, pero nunca espere poder escuchar algo tan interesante.

Ella sintió el odio que él aún le tenía, su mirada rivalizaba en maldad con la de los demonios.

— ¿Qué harás? — mientras hablaba la mujer trataba de buscar una salida, pero él estaba bloqueando la entrada.

— Tal vez te salve o tal vez termine con esto por fin, así seré el héroe de la Tierra — la tomó del brazo y le puso una pistola en la frente — ¿Qué crees que debo hacer? — sonrió irónico.

— Ayudarme, nosotros somos...

— A pesar de lo que decía esa vieja loca de Veleda, nosotros no somos nada.

— No le digas así — dijo molesta — respétala, ella era...

— Ya lo decidí, despídete del mundo — sonrió maligno.

Apretó el gatillo en el mismo momento que entró Majunia, quien apartó a la mujer justo a tiempo, le quitó la pistola al sujeto, la dobló como si fuera de papel, y se llevó a la joven volando.

Cuando el hombre de piel verde llegó donde su tropa, la muchacha parecía un maniquí, se sabía que estaba viva solo porque pestañeaba.

— Vuelvan al castillo. De esto no digan nada a nadie ¿Entendido?

— Sí señor — respondieron todos a coro.

El Príncipe volvió a Palacio volando, llevando a Cynthia en brazos, iba echa un ovillo, todo lo que había pasado en tan poco tiempo la tenía sin poder reaccionar, que Rafael le haya disparado, descubrir la terrible forma en la que murió en realidad su abuela, por qué los demonios no querían que muriera... todas esas emociones la tenían en shock.

Cuando llegaron el demonio la dejó en la cama de la habitación que le destinó, decidió esperar a Tambourine para refregarle en la cara que ya sabía el secreto, y cuando su padre volviera vería con él lo de la sucesión, mientras se entretendría con la mujer, ella todavía no recibía un castigo por huir.

Al otro día cuando fue a verla ella estaba en la misma posición, la comida sin tocar, solo su respiración delataba que todavía estaba con vida, ni siquiera que estuviera Morgana a su lado la hizo reaccionar.

La rata hambrienta se acercó y comió algo de lo que trajeron, a los minutos se retorció de dolor, empezó a botar sangre por la boca, Cynthia por fin volvió a moverse, miró al hombre con odio.

— ¿QUÉ LE DISTE DESGRACIADO? ERES UN MALDITO SÁDICO, TENDRÍAS QUE HABERME CASTIGADO A MÍ POR ESCAPAR, NO A ELLA — se levantó a verla, en ese momento su mejor amiga y confidente murió, la joven cayó de rodillas, no entendía que pasaba, ella profetizó que la rata no moriría a manos de esos malditos, y una profecía siempre se cumplía.

El guerrero verde miró todo impávido, dio media vuelta y salió.

— Capitán.

— Señor.

— Mande ejecutar a todos en la cocina y a quien trajo los últimos alimentos de mi concubina.

— ¿Señor? — creyó haber escuchado mal.

— Mandaron veneno en la comida de la mujer.

— ¿No sería preferible investigar quién fue? — todavía dudaba el humano.

— ¿Se niega a cumplir mi orden? — Majunia lo miró fijamente — quiere que yo lo haga, incluyéndolo a usted entre los condenados — le dijo lentamente.

— No señor.

— Que sea público.

El Príncipe recién volvió a la habitación de la muchacha en la tarde, ella al verlo se le tiró a golpearlo en el pecho, al no poder hacerle daño trató de rasguñarle la cara, sin ningún esfuerzo éste le tomó las manos para detenerla.

— MALDITO ANIMAL, LA MATASTE — estaba furiosa, llorando.

— Esa comida la trajeron para ti — sonrió de lado, esperando que comprendiera lo que quiso decirle.

La joven no entendió al principio ¿Por qué él quiso matarla? No tenía sentido, al deducir la verdad que las palabras del demonio encerraban, se dejó caer de nuevo de rodillas al piso sin fuerzas.

— Ella murió por accidente, en tu lugar — el hombre estaba recreándose ante el dolor de la muchacha.

La joven no podía creer que sus compañeros, su gente, los humanos, con quienes luchó, y trató de proteger siempre, la quisieran matar. Rafael tenía sus razones para querer verla muerta, pero ¿Los demás? Debieron enterarse de la maldición, y eso le costó la vida a su amiguita.

— No puedo seguirte teniendo en este lugar, debe haber más infiltrados de la rebelión en el palacio, no puedo arriesgarme a que te maten — salió a comunicarse a Marte.

En la Sala del Trono.

— Padre.

— ¿Qué pasa, hijo?

— Ya averigüé porque no debe morir la mujer — antes que el otro dijera algo — pero deberé llevarla a un lugar alejado, hoy pusieron veneno en su comida. Hay espías.

— ¿Pero cómo...? No importa. Cabía la posibilidad que la rebelión de alguna manera descubriera la maldición que pesa sobre nosotros. Espero poder por fin destruir a los rebeldes pronto, y poder apresar a las otras videntes para que anulen la maldición. Haz lo que consideres necesario, ahora eres mi sucesor, felicidades.

Majunia salió a buscar al encargado de la seguridad del castillo, en el pasillo se encontró con Han que lo estaba buscando.

— Señor, mi madre está muy enferma, es viuda y mi único hermanito es muy pequeño todavía para cuidarla, quería pedirle permiso para ausentarme por una semana — preguntó sumiso.

— Tendrás que pedírselo a Tambourine, te traspasaré a él.

— No, por favor, haré lo que quiera, pero no me pase a su hermano — de solo pensar en volver a manos de ese sádico lo hizo caer de rodilla.

El demonio no le hizo caso, a unos pasos vio a quien buscaba.

— No sé por cuanto tiempo me ausentaré de Palacio, mientras no esté quiero que descubra a los espías que se infiltraron — le ordenó al general.

— Sí señor.

— Si es necesario ofrezca sobornos, torture a los prisioneros, dele la libertad a quien dé un dato verdadero, ofrezca recompensa en dinero, lo que sea, pero debe encontrarlos.

— Entendido, con su permiso.

Cuando ambos hombres se separaron, el jovencito le cortó el camino a su "amo".

— Espere, si le doy información importante sobre un espía ¿Puedo dejar para siempre el harem y volver con mi familia? — suplicó con la mirada.

— Habla — exigió el príncipe.

Esa tarde el heredero al trono presidió la ejecución por la comida envenenada.

— Señor — gritó uno de los cocineros — soy el único responsable por lo del veneno — confesó.

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