Capítulo 4

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— ¿Qué haces? — le preguntó el Rey a Majunia, mientras lo tomaba de la mano.

— Él la salvo, estaba muerta y la volvió a la vida — respondió el niño con los ojos llenos de asombro.

— Que tonto, al ayudarla solo se condenaron ambos — la pareja los escuchó y trató de escapar, pero Piccolo lanzó una bola de energía y los eliminó — si el hombre no hubiera tratado de salvarla, estaría vivo, nunca debes dejar que las emociones manden tus acciones, ese es el mayor defecto de los humanos.

Esa fue una lección que Majunia nunca olvidó, y que marcó su personalidad desde ese momento.

Cuando visitaba a la mujer en prisión siempre era la misma rutina, ella lo insultaba mientras lo puncetea con el dedo en el rostro o el pecho, él trataba de mantenerse calmado, pero en algún momento el Príncipe perdía la paciencia y le daba una cachetada, o le apretaba el cuello para que se quedará callada, luego se miraban en silencio, y el demonio salía pensativo.

Luego de mucho analizar su actitud por fin creyó entender porque ella se sentía tan soberbia y superior a todos, la mayoría de los humanos la miraban con admiración por ser nieta de esa bruja, haberse escapado a las trampas y encerronas que le tendieron, también suponía que la guardia les contaba a todos como lo enfrentaba. Eso le daba fuerza a la muchacha, el sentirse una mártir la envalentonaba. Debe ser lógico para los débiles humanos que cuando uno se muestra algo más duro que los demás fuera tomado como un ser superior... hummm... por fin sabía que debía hacer para quebrar el espíritu de la mujer.

Al otro día en vez de su duelo de miradas, Majunia entró y la tomó de un brazo.

— Vamos, bruja.

— Me llamo Cynthia, hijo de hiena.

— Y yo PRINCIPE MAJUNIA.

— Ya lo sé — al ver que la llevaba afuera de la celda — vas a sacarme a tomar el té — ironizó.

El Príncipe se dirigió a la guardia.

— Vuelve con tu escuadrón.

— Sí señor.

La llevó por el jardín al interior del Palacio.

— Quieres mostrarme a tu padre para que vea tu obra — todavía tenía algo morada la mejilla y el cuello con algunas marcas de sus dedos.

Majunia seguía impávido caminando y haciéndola andar a su ritmo, hasta que llegaron al ala que le pertenece a la familia real.

— Ésta será tu habitación desde ahora, bruja — entraron y cerró la puerta.

Ella quedó sin saber que decir, el lugar era precioso, las paredes color rosa pastel, el piso de baldosas blanco perla, a juego con el techo, la cama era con dosel, con visillo también en tono claro, con flores, en un sector se veía abierta la puerta de un baño, incluso con jacuzzi, los muebles eran de madera barnizada clara. Había una pantalla led y un equipo de música. Sobre la cubre cama había ropa, una blusa con un escote pronunciado en la espalda, a juego con una falda, y unas sandalias de color oro, tan bello como el resto de prendas que se veían en el ropero, también había algunas joyas sobre una mesita de noche.

— Pero... esto... — estaba totalmente desconcertada.

— Mi cuarto está al lado, no tendrás guardias, la puerta puede abrirse y cerrarse con mi huella digital, por fuera tu puedes entrar de la misma forma, pero no salir.

— ¿Por qué me trajiste aquí? No entiendo — dijo confundida.

— Solo quiero que estés bien... ahora que eres mi concubina — sonrió irónico.

— ¡¡TU QUÉ!!... eso no es verdad — respondió furiosa.

— Nosotros lo sabemos, pero los humanos del castillo no, ya se les aviso para que te traten con el respeto que te mereces — guardó un momento silencio para que ella asimilará la situación — si quieres volver a tu celda, puedo llevarte en este momento, pero dime que es lo que no quiere decirme mi padre.

— Ya te dije que no — pero su voz ya no era tan firme.

— Te espero para salir a caminar a los jardines, quiero que todos vean que bien te ves ahora que eres mi "amada", APÚRATE.

— JAMÁS me pondré esa ropa — se le enfrentó.

Él le rompió la que tenía puesta tan rápido que ella no tuvo tiempo de reaccionar, luego del grito de sorpresa al verse desnuda, Cynthia trató de cubrirse con las manos, miró para todos lados, rápidamente corrió y se metió en la cama para cubrirse con las sábanas, con las mejillas rojas de vergüenza e indignación.

— Aunque quieras por ahora no me interesa tener sexo contigo jajajaja — dijo él con ironía — yo diré cuándo, dónde... y COMO — de nuevo serio — si no quieres usar esa ropa, entonces saldrás desnuda. Tienes 10 minutos — se fue.

Ella lloró de rabia e impotencia, se sentía como una heroína, superior a todos sus compañeros de la rebelión, quienes la admiraban como a un ser sobrenatural, ya que se enfrentaba de tú a tú contra esos demonios, se entregó para defender a su gente, nadie pudo apresarla, desaparecía como una sombra de quienes la perseguían, pero ahora... todos pensarían que de verdad era la mujerzuela de ese hijo de hiena, lo bueno era que hasta ahora nadie la había tocado sexualmente, estaba segura que era por lo que le dijo el Rey Piccolo cuando la dejó en la prisión.

— Ahora debes esperar querida, cuando yo vuelva serás mía — le susurró al oído el monarca cuando la dejó en su celda.

La fue a besar, pero vio en sus ojos las intenciones de morderlo, así que le tomó la cara y le pasó la lengua por la mejilla, lascivamente.

— Nos veremos mi amor jajajaja.

Desde entonces nunca volvió a verlo, hasta el día que conoció al hijo menor del demonio, en que apenas el Rey le prestó atención.

Ya pasados 5 minutos, lentamente recogió la ropa y se metió al baño a tomar una ducha, recordó cuando no podía, si no hubiera sido por su habilidad para hacer llover, no habría podido soportar las torturas de la antigua guardiana, cuando no la veía Cynthia tomaba agua de las nubes para asearse un poco y calmar su sed.

En eso sintió que el hombre entró a buscarla a la habitación, al no verla se acercó al baño.

— Entro a buscarte en 2 minutos si no sales — su voz no daba posibilidad de réplica.

— Ya salgo, hijo de hiena.

Por si acaso, en un minuto y medio estuvo lista.

— Vamos, si no quieres caminar te llevaré en brazos.

Salieron a andar por los pasillos del palacio, todos los humanos que se cruzaron con ellos la miraban con desprecio, si no estuviera con Majunia estaba segura que la hubieran escupido, al final prefirió ir con la cabeza gacha, sintió que todos le reprochaban su nueva supuesta condición, ella sabía que de nada serviría que dijera la verdad, nadie le creería.

— Podemos ir a esa parte... por favor — pidió Cynthia en un susurró, apuntó donde no había nadie en el jardín.

— ¿Cómo dijiste? — el Príncipe sonreía con suficiencia.

— Por favor, podemos sentarnos allí — suplicó de nuevo la mujer, ya sin fuerzas.

La MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora