Capítulo 2

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A pesar de sus triunfos a Majunia le seguía incomodando que su padre no quisiera decirle porque no deseaba que matarán a la mujer, y que tampoco perdiera su virginidad. Odiaba que lo tratará de esa manera, él siempre había sentido que era su sucesor natural, no solo porque ambos eran físicamente iguales, a diferencia de sus hermanos, sino porque se consideraba superior a ellos en todo.

Esa noche todo el personal de esparcimiento de la familia real fue llamado para una celebración, en la madrugada, cuando la orgía llegó a su punto final, dos humanos aprovecharon de descansar y conversaron en uno de los jardines interiores. Eve era alta, con las curvas necesarias para su trabajo, pero sin ser delgada, 23 años, su cabello le llegaba debajo de sus hombros, rubia, ojos celestes, contrario a lo que se pudiera pensar, su piel era morena, solo vestía una túnica que se abrochaba en un hombro. Al joven que estaba a su lado le decían Han, ella no sabía si era su nombre o un apodo, su ropa era idéntica a su compañera de oficio, él usaba el pelo negro corto con un pequeño mechón que le caía en la frente, ojos oscuros, cuerpo atlético, de piel clara, no tenía más de 17 años, pero en su mirada se notaba que había visto demasiado para alguien de su edad.

— Que noche, ya no aguanto más, odio tener que hacer esto — se quejó el joven.

— Lo sé, tú fuiste traído con engaños para formar parte del "personal de esparcimiento" — dijo comprensiva la muchacha — en cambio yo me ofrecí cuando supe que buscaban gente para el harem.

— ¿Por qué lo hiciste? No entiendo cómo puedes disfrutar algo así.

— Tengo mis motivos — le tomó la cabeza, tiernamente — lamento que tengas que pasar por todo esto. Al menos ahora que nos eligió Majunia como personal exclusivo para él nos libramos de ese maldito de Tambourine, ese si es un ser repulsivo — de solo acordarse las cosas que el ser alado la había obligado a hacer, la mujer se estremeció — está loco de remate.

— Todavía recuerdo cuando el Rey Piccolo fue a mi internado, supuestamente a reclutar hombres para una guardia especial — le contó Han — me sentí tan orgulloso cuando solo me eligió a mí, pero apenas llegué y vi que era... he querido suicidarme varias veces luego de que me convirtieron en su puto, pero si hago eso matarán a mi familia — cerró los ojos, y una lágrima resbaló por su mejilla — mi padre murió de una enfermedad al corazón cuando mi hermano nació, hace 9 años atrás, ahora solo lo tengo a él y a mi madre — terminó de contarle con la cabeza gacha.

— Tranquilo — le dijo la mujer en un susurro — pronto esos caerán.

La miró nervioso.

— Tú eres parte de "ellos" — preguntó inseguro.

— No lo digas — miró con cuidado a todos lados — las paredes tienen oídos, por eso me ofrecí como voluntaria, ya no tengo familia por culpa de ellos, no tengo nada que perder — quería verlo sonreír — al menos ustedes no pueden quedar embarazados jajaja.

— Pero eso sería bueno para ti, ser la madre de un heredero... espera... ellos no tienen madre, son demonios, nacen de la oscuridad cuando el Rey los requiere — repitió lo que les decían en el proceso de adoctrinamiento.

La mujer le respondió lo más bajo que pudo.

— No creo en esa versión que dan, demonios o no, todos tenemos que tener una madre, pienso que al nacer las destrozan desde adentro.

— A veces no sé qué es peor, si morir o seguir en esta vida — suspiró frustrado — al menos nuestro nuevo "amo" no me besa como ese asqueroso de Tambourine.

— Majunia no besa a nadie, no le gusta dar placer solo recibirlo — pensó un poco en el hombre de piel verde — si no fuera porque nosotros comprobamos que es un ser de carne y hueso, muchas veces podría asegurar que es un autómata, es tan controlado, y esa mirada de maldad... — tiritó — está refrescando, mejor volvamos al harem a descansar, te apuesto que a la noche nos llamará de nuevo.

A pesar que le había insistido varias veces en los días que siguieron, el joven Príncipe no logró que su padre le dijera nada de la prisionera.

Una mañana de nuevo pasó por fuera de la prisión, y sintió a la mujer hablar en susurros, así que subió a ver con quien estaba, según recordaba la nueva guardiana tenía orden de no hablarle.

— Su Majestad — se cuadró la soldado.

— Abra la puerta — dijo tajante.

— El Rey me ordenó no dejar entrar a nadie excepto a él.

La miró fijamente, enseguida la oficial le franqueó la entrada.

— Hola hijo de hiena.

— Sigues igual de soberbia.

— Y tú con la misma cara de idiota de siempre.

No había nadie más en el lugar, pero él estaba seguro que hasta el momento que hablaba con la guardia, la mujer susurraba muy bajo. De nuevo hubo silencio entre ellos, estaban midiendo sus fuerzas con la mirada.

Durante el tiempo que no estuvo en la Tierra ella mejoró bastante de aspecto, en ese momento vestía pantalón y camiseta limpios, ya no estaba sujeta a la pared, pero lo que no había cambiado era su mirada de suficiencia, como si fuera superior a todos, cuando en realidad era una simple humana pensó él.

— No sabía que te gusta que te insulten ¿Acaso eres masoquista? — dijo ella para tratar de hacerlo enfadar.

— ¿Por qué mi padre no quiere que te maten? — preguntó manteniendo la calma.

— Nunca te lo diré — respondió con firmeza la muchacha.

— ¿Con quién hablabas?

Por un segundo se mostró sorprendida y perdió su seguridad, pero se rehízo inmediatamente.

— Solo conmigo misma, o ves más gente acá — mostró la celda vacía con las manos — ¿No será que luego de tantas barbaridades que has hecho te estás volviendo loco? — sonrió.

Majunia solo sintió el ki de ella dentro de ese lugar, pero sabía que mentía. Luego de un nuevo momento de silencio él se retiró. Siguió rondando el sector cuando podía, escuchaba que ella seguía hablando en susurros, revisó las energías vitales, aparte de la muchacha en la celda solo había una que otra rata.

Un día que pasó por el lugar, creyó escuchar un nombre entre todos los murmullos, EV.

"Quién puede ser ¿Tal vez la soldado que la custodia?"

Tanto se obsesionó el Príncipe que empezó a averiguar más sobre la prisionera por su parte, su padre justo después de la muerte de Cymbal empezó a buscarla, varias veces se les escapó de todas las encerronas y trampas que le tendieron, hasta que uno de los hombres de la guardia logro atraparla, solo.

Esa tarde hizo traer al oficial a su presencia.

— Mi señor — se inclinó.

— Cuéntame cómo atrapaste tu solo a la mujer que ni un escuadrón pudo en meses — lo miró fijamente.

— Solo tuve suerte señor — no lo veía a la cara.

El Príncipe se le acercó.

— ¿Qué me ocultas? — le preguntó lentamente.

La MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora