C2: Imperius

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La semana pasó rápido, sin saber cómo, ya estábamos lunes. Hoy llegaban. Era raro tener que acomodar todas las cosas arriba en el salón de fiestas. No debía ni podía quitarle lo magnífico a ese lugar. Paredes blancas y pulcras, con grandes ventanales y una iluminación casi mágica que no sólo era dada por los hermosos tres candelabros que colgaban en el techo sino también a la iluminada vista. El edificio era alto por lo que su segundo piso lo era aún más. Fuera de todo desde el salón se podía apreciar el bosque que colinda con el negocio. En otras palabras, pasar tiempo aquí era casi mágico.

Las mesas en su lugar, los manteles cumpliendo su deber y la vajilla bien puesta. Eran la 1 y 50 pm, faltaba poco. Ellos entrarían por la segunda puerta, para así no molestar a los clientes de la planta baja.

Mientras servía un café con leche observaba a mis demás compañeros ir y venir con total nerviosismo. Pobres. Yo había sido asignada a permanecer en la planta baja, con los clientes normales mientras 7 de mis compañeros estaban arriba.

Di un vistazo hacia afuera y vi cómo se acercaban varias camionetas de lujo. Siempre es lo mismo, carros de última generación, trajes caros y una arrogancia qué destilan a kilómetros. Seguí con lo mío sin volver a voltear hacia donde estaban aparcando los nuevos clientes.

Las horas ya no pasaban, parecía que con la llegada de esas personas mi reloj se hubiera detenido. El bullicio se había detenido, todos miraban hacia aquellas personas que poco a poco se acercaban al local.

Una cuchara de café amargo, dos chorritos de leche y tres sobres de azúcar. Dos vueltas leves al café y un sándwich de pollo en un plato y ya está mi pedido. Alisto todo y comienzo a dirigirme hacia la mesa que me solicitó esto.

─ ¿Quiénes son esas personas? ─ me preguntó uno de mis clientes.

─Nuevos clientes ─ informo sin perder mi sonrisa ─ aquí está su pedido, espero lo disfrute.

Me retiro de la mesa apenas acomodo el pedido y sigo con lo mío. La mesa tres ya está por terminar, debo tener lista su cuenta. La suma total: 43.50 soles, comieron pura carta. Miro a esa mesa, típicos chicos de dinero. La suma no es exorbitante pero, si comparas con las mayoría de pedidos que no pasan los 20.00 soles, pues, sí, son gente de un estatus algo más elevado.

─Antonela ─ volteo intrigada al escuchar a Matt llamarme.

─ ¿No deberías estar arriba? ─ cuestiono volviéndome hacia él.

─Si, necesito de tu ayuda ─ arqueo las cejas ante sus palabras ─ por favor, si vieras lo especiales que son...─ hay molestia en sus palabras.

─Dime ─ lo ayudo ya que él siempre me ayuda─ ¿Qué sucede?

─Necesito que vayas arriba y le digas a Milena que no ofrezca el menú 4, ya sabes que a mí no me hace caso ─ súplica y asiento, esa chica es terca y pocos son los que pueden imponerle algo, entre esas personas, yo.

Me dirijo hacia el piso superior mientras Matt se queda abajo. La bulla es poca, al parecer no son gente de hablar gritando. Miro entre el gentío y ubico a Milena en el fondo, sin mirar a nadie me dirijo hacia ella.

─Milena─ la llamo cuando estoy a dos pasos a ella.

Una chica de tez morena me mira sonriente, sabe por qué estoy aquí.

─ Dime ─ me mira mientras finge una molestia que no siente.

─Me pidieron que te comunicara que no ofrezca más el menú 4, ya se terminó.

─Y ese fue Matt, ¿no? ─ me lanza una mirada burlona, la conozco lo suficiente para saber que lo hace de joda. A Milena le gusta el tímido Matt y siempre hace eso para que él venga y le diga, pero como siempre, corre a mí.

ALAS FRAGMENTADASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora