C4: Significados

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El clima en el trabajo se fue relajando y lo que me sucedió no llegó a oídos de más personas que de los tres involucrados, aunque sólo sabemos lo que en verdad pasó el gerente y yo. Mi jefe fuera de contradecirme, aceptó mi negación a subir a atender a esa gente cuando necesitaban personal.

Fuera de eso, él mismo me pidió que no divulgara la identidad del chico. Al parecer no le gusta ser tratado de manera distinta. Si claro, y por su culpa me dieron semejante llamada de atención.

Por mí que ni se preocupe, mientras no me lo cruce no tendría lío alguno en hacerle el favorcito.

─ Sabes, ya no tolero esto ─ un Matt algo desencajado se recuesta en mi hombro ─ todos los días es lo mismo ─ se queja ─ siempre con sus idioteces, con sus prepotencias, en serio, ya no los aguanto ─ se lamenta y al mismo tiempo lo lamento por él.

─ Ya se va a acabar ─ le digo mirando la hora ─ no decaigas, sobrevive a esos monstruos ─ le palmeo la cabeza y río ante su lastimero bufido.

─ Pide lo que vas a pedir y vámonos, Estephant ─ alzo la mirada y lo veo.

Él está ahí, parado a escasos metros de nosotros, observándonos con un amigo. Algo en su mirada me inquieta y parece que los días de no verle se fueron al tacho apenas en dos segundos.

Se acerca hacia dónde estamos y analiza a Matt detenidamente, esto provoca que mi amigo se separe de mi lado algo incómodo.

─ Hola, Antonela ─ me saluda serio mientras sigue observando ─ ¿Cómo estás?

─ Bien ─ respondo. Matt da una leve inclinación de cabeza como saludo y con un cruce de miradas se va en dirección a las escaleras, sin decir nada ─ ¿Necesita algo?

─ ¿Podrías tomar mi pedido, Antonela? ─ me pregunta y enarco una ceja ante su petición.

─ Si, ¿podría decirme lo que va a pedir? ─ lo miro y algo en su mirada no deja que me vuelva la tranquilidad.

─ Lo mismo de la vez pasada – me indica, y agradezco que aquella vez sólo pidiera dos cosas.

No me siento tranquila estando cerca de este hombre, hay algo en su persona que me roba la serenidad y eso no es de mi agrado. Detesto perder el control de todo lo que me rodea. Siempre y no sé por qué; pero la distancia es algo que necesito tanto como respirar, al menos cuando este chico está cerca.

─ Ya no subes ─ estoy tan concentrada haciendo el batido que me sobresalto al escucharlo a mi espalda.

─ No ─respondo algo asustada, en serio necesito que se vaya, y no tengo idea del por qué ─ fui designada a esta zona.

─ Puedo cambiar eso ─ parece que no entiende las indirectas.

─ No es necesario ─ lleno el vaso descartable y me giro sin mirarlo y me pongo a ordenar su pedido ─ a mí me agrada estar aquí ─ sonrío levemente ─ prefiero quedarme aquí, la verdad.

─ Entiendo ─ le entrego su pedido mientras observaba que su amigo esperaba en la puerta ─ espero nosotros seamos tan importantes, como los clientes de aquí, algún día – había algo de soberbia en su voz. Me molesto ante su tono irónico.

─ Lo son, todos lo son ─ le corregí ─ aquí tiene, gracias por su compra y preferencia ─ le agradecí con una sonrisa de labios cerrados y me retiré a ver a unos clientes que recién estaban llegando, eso era más importante para mí que dilucidar lo que él fuera a decir.

Las personas de su ámbito son gente muy rara. Personas siempre acostumbradas a hacer las cosas a su manera y por mero gusto. A veces sin preocuparse por los demás. Conozco ese mundo oscuro y sin calidez alguna, y no me apetece saber de esa esfera social fuera de aquí.

ALAS FRAGMENTADASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora