Capítulo XVI

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Voy por la última caja, la encinto y la dejo en un lugar apropiado. Eh sedido las cosas sentimentales, sin embargo aun tengo papelitos naranjas por si me cruzo con algo que tal vez pase por alto.

Dar mis cosas es seder un poquito de mi vida, es la manera, un tanto cursi, que encontré para sentirme viva con mi decisión.

Para mi las cosas no son descartables, simplemente deben cumplir su función con otra persona. Tal vez por ello me gusten las ferias.
Sería un mal concepto creer que me es difícil soltar, error; lo que no consiento es dejar morir algo que aun le queda mucha vida. Lo mismo aplica en las personas...confío y creo en ellas, en todo su valor, y eso es porque me importan, no importa quien: "tu vida vale", "mi vida vale"

Mi mamá decía que los animales me temían, ahora lo puedo entender; en mi afan de brindarles amor y protegerlos los latimaba.

Era una niña que sentía demasiado y sin preocupación lo demostraba: a personas, animales, hasta incluso con mis peluches: era directora de una clínica de recuperación, donde curaba y cuidaba a los peluches y muñecas mal heridas que llegaban a mis brazos. Era una niña intensa.

A medida que crecía, iba notando que las personas se retraian, es fácil aceptar el cariño de un niño, pero no sucede así con el de un adulto; el recelo y la desconfianza es el brillo que emiten.

La mirada llena de pena de mi madre me acompaña desde el día que intente salvar el pajarito que mi gata cazó. Tal vez si no hubiera intentado tanto, el pajarito habría vivido; lo termine ahogando con una miga de pan. Su cuerpo en mis manos, su cabeza colgando, y la mirada de mamá con un brillo burlón: me hizo entender que querer tanto algo es peligroso. O yo era la peligrosa.

De igual manera, siempre, mire al mundo con una ensoñación: desde el instante que mi visión me mostró cada imagen que me rodeaba, me enamoré de todo; sin embargo elegí la libertad: no atarme a nada. Bien sabía, que alguna otra cosa, o persona me enamoraria más.

Así fui vagando por la vida...llena de tanto, sin tener nada y todo.

Doblo las colchas y las acomodo dentro del armario; escojo unas ropas de cama, que esten acordé con las ropas que me voy a poner: para la almohadas unas fundas blancas de seda, un acolchado mate con unas florecitas rosas y celeste pastel; las doblo y las poso en la cabecera de la cama desnuda.

Palmeo mis manos una contra otra para quitar el polvo, o mas como un TIC; y me quedo observando las lineas que se dibujan en el vidrio producto de las gotas que golpean el cristal; y me recuerdan a la vida: nacen tímidamente, luego crecen de imprevisto forjando su camino y de la nada se desvanecen, hasta morir en su fin; mientras otras lineas se crean para ocupar ese lugar. Todo es vida, todo es muerte. Es una constante de la que somos vagamente conscientes.

Con cierta recurrencia siento la opresión del otro, semejante a una garra gigante en el cielo pintada en forma de relámpagos.

(Acabó de publicar nuevos capítulos; sí no te aparecen: te recomiendo dejar de seguir la historia y volverla a seguir. Aviso pues este es un error que me sucede muy frecuente en WP. Hey GRACIAS)

Una Muerte DeterminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora