Nick es un Vasiliev, sabe lo que es pelear por hacerse digno de ese apellido, y también disfrutar de sus ventajas. Está preparado para cualquier cosa.... menos para ella, porque nada te prepara para que te roben el corazón, sobre todo cuando es de piedra.
Prólogo
Nick
Golpeé al tipo con un par de ganchos, una patada lateral y un golpe letal desde arriba. Su cara pegó con fuerza contra la lona y antes de que la cuenta de 10 empezara, ya sabía que no iba a levantarse. Sus ojos estaban abiertos, su respiración agitada, y aunque sus músculos aún no habían colapsado, si lo había hecho su mente. Sabía lo que había ahí dentro, ¿levantarse para qué?, ¿para seguir recibiendo más castigos en su cuerpo? No, él no era como yo, como nosotros. Yo no me hubiese rendido, yo me habría levantado y habría vuelto a la pelea, porque lo único que me detiene es un nockout.
La gente gritaba, levantaron mi mano manchada de sangre y me declararon vencedor de la pelea. Tres esta noche y todavía seguía en pie. Sabía lo que venía después, una ducha, cobrar mi dinero, Fredo con los beneficios de las apuestas y una noche de fiesta.
—¡Eh!, Nick. Ya tengo el dinero.
—¿Cuánto esta vez?
—Menos de lo que esperábamos. Eres un cabrón contra el que nadie quiere apostar.
—Eso no sé si es bueno o malo.
—Para mi bolsillo, malo. Para nuestra vida sexual, bueno, muy bueno.
—¿No te cansas de coger lo que yo no quiero?
—¿Cansarme? ¿Cuántas chicas crees que quieren una noche loca contigo?
—¿Docenas?
—No tantas, brother, pero le andas cerca. Tú eres bueno con los números, hazme la cuenta. Si hay más de 10 cada noche para que escojas, y al final te quedas con una o dos, ¿Cuántas quedan para mí?
—Cabrón suertudo.
—Eso mismo digo. ¿Listo para comerte un par de chicas esta noche? – Yo siempre estoy listo, no tiene que preguntarme eso.
—Tengo que pasar por el casino. ¿Nos vemos en el bar?
—Vale, pero pienso cargar las bebidas en tu cuenta, así que no tardes mucho.
—¿Por qué sigo siendo tu amigo?, te aprovechas de mí para conseguir chicas, saqueas mi cuenta en el bar. ¿Dime, que saco yo?
—Disfrutas de mi compañía y además cuido tu culo, ¿qué más quieres?
—Un poco de amor. – Bromeé.
—Anda, lárgate cretino. Cuando me pase al lado gay te comeré los morros, pero de momento, me conformaré con las chicas que descartas.
—No te hagas el despechado, sabes que a ellas no vuelvo a verlas y a ti te veo todos los días.
—Sí, al final tendré que casarme contigo. – Salí de allí riéndome como un loco, porque ese sentido del humor suyo acabaría por traernos algún problema, pero era jodidamente refrescante que pudiéramos reírnos de eso. Cogí mi SUV y conduje hasta el hotel-casino. ¿Qué porqué no tengo una moto?, sí, soy un tipo de 25, con algún tatuaje, los nudillos pelados de participar en peleas clandestinas y unos lazos fuertes con la mafia rusa, un auténtico chico malo, pero no tonto. Una moto es como poner una diana sobre mí y decir, eh, ¿a que no puedes derribarme? No, en serio, hay mucha gente cabreada por ahí a la que no le importaría arrollarme con su auto. Y sé por propia experiencia lo que un accidente de tráfico puede hacerle a un cuerpo. Perseguí a ese cabrón hijo de puta hasta que lo tiré al suelo. Uno no le da 8 puñaladas a uno de los míos y sale ileso. El pobre chico no era nada más que el encargado de reponer bebidas en uno de los Clubs de Yuri. Él solo tenía 19, y al cabrón no le importó perforarle un riñón porque no le atendió. El chico no hacía eso, él solo rellenaba las cámaras frigoríficas, no atendía a los clientes. Y sí, cacé a aquel cabrón, le rompí las piernas con mi coche y luego le reventé la cara agolpes. Creo que aún sigue vivo, no me importa. Solo estaba preocupado por el pobre chico. Por suerte, Viktor hizo que lo llevaran rápidamente a un hospital. Perdió el riñón, pero al menos sigue vivo y haciendo una vida normal. Llámame matón sanguinario, pero hice justicia ese día y volvería a hacerlo.
Sonó una llamada en mi teléfono y accioné el "manos libres" para contestar, dejando que la voz de Boby resonara dentro del coche.
—Sé que voy retrasado, cariño. Pero llegaré a tiempo para acostar a los niños.
—¡Ja!, pues vas a calentarte la cena en el microondas. No, en serio. Está aquí.
—¿Quién?
—El fantasma. – Aquel alias encendió la llama de nuevo dentro de mí.
—¿Estás seguro?
—Lleva media hora destrozándonos en la mesa de Black Jack. El programa acaba de reconocer su patrón de apuestas, es él. – Apreté los dientes y pisé un poco más el acelerador. Iba a cogerle esta vez. Sí, vale, no puedo tocarle o retenerle, pero podía hacer una jodida identificación visual del tipo y grabar su puñetera cara en el reconocimiento facial. Tenía que verle le cara y hacerle temblar, darle el mensaje de que con los Vasiliev no se jugaba, a menos que quisiera perder.
—Estoy a dos minutos, dile a Mauro que esté en la entrada. Y Boby, no dejes que se vaya esta vez.
—Tengo a tres yendo para la mesa 5, Nick.
—Bien. – Tres tipos de seguridad serían suficientes para retenerle hasta que llegara. Serían el puñetero muro de Berlín, nadie podría salir de allí.
Cuando llegué a la entrada del hotel salté del coche y le arrojé las llaves a Mauro para que se ocupara de él y luego corrí como el diablo hacia la zona de juego. Es terriblemente bueno que sea lo primero que veas cuando entras al hotel. Caminé deprisa hacia la mesa 5. Tenía que reconocerle el mérito al tipo, sabía escoger el día. Era difícil caminar por allí, estaba hasta el tope de gente. Pero, aun así, el boxeo te da un buen juego de piernas y caderas. Ya casi había alcanzado la mesa, cuando uno de los chicos de seguridad se puso a caminar a mi lado.
—¿Quién es?
—Esquina derecha, latino de camisa oscura y sombrero de cowboy. – No podía decir que lo viera, pero el sombrero era un buen punto de referencia. Casi lo tenía con solo estirar la mano, cuando un tipo deslizó su silla delante de mí haciéndome tropezar. Soy luchador de MMA, hay tres cosas que nos enseñan a hacer desde el primer día, dar golpes, encajarlos y caer. Y eso hice, giré mi cuerpo para caer sobre la parte más carnosa de mi cuerpo, mi culo.
Hay muchas maneras de caer al suelo, y por lo que mis ojos estaban viendo, aquella no había sido de las peores. No, incluso diría que era de las mejores, sí. Delante de mí, flotando como un OVNI en el desierto en plena noche, tenía el más redondo, apetecible, y tentador trasero femenino que nunca antes había visto. Y digo bien, porque si en algo soy experto, es en traseros femeninos. Llámalo fetiche, llámalo obsesión, pero mi vida ha estado marcada por un buen trasero de mujer. Otros eran hombres de tetas, otros de caras bonitas, yo era de traseros. Pasar mi mano por un buen trasero, es como tocar el cielo.
—¿Dónde has estado toda mi vida? – Sí, estaba bien dicho, porque si hubiese visto antes ese trasero, juro por mi vida que jamás lo habría olvidado. Pueden golpearme en la cabeza, y perder la memoria, quedar amnésico para siempre, pero ese trasero...ese trasero no le olvidaría.
Mi atención se deslizó hacia arriba, buscando a la dueña de tan exótico regalo, y la encontré. Labios jugosos, nariz pequeña y ... y nada más, porque tenía unas de esas enormes gafas de sol estilo Elvis, y una larga cabellera rubia de pelo liso, cuyo flequillo caía sobre gran parte de su cara. Pero aquellos labios, eran lo único que necesitaba ver, para saber que mis atenciones no las apreciaba. Se giró de nuevo hacia la mesa de Black Jack, acarició con su mano la espalda del tipo que jugaba delante suyo, y después se fue. ¡Oh, mierda!, acababa de levantar la liebre. Por su ropa, sabía que era el tipo a por el que iba, nuestro fantasma, y ella le había dado la señal para desaparecer. Antes de que estuviera en pie, el tipo se había esfumado entre la gente, llevándose sus ganancias consigo.
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Serie Préstame....
RomancePara conocer el origen de la serie Legacy no puedes dejar de leer esta serie. Desde los chicos de Miami, pasando por Las Vegas y Chicago, aquí encontrarás las historias de los Di Ángello, Castillo, Vasiliev, Bowman y muchos más.