Simon descubrió hace mucho tiempo que sólo hay dos tipos de personas en este mundo, las que sufren, y las que hacen sufrir, y él decidió que nunca sería de las primeras. Pero lo que uno desea, y lo que al final consigue, a veces son cosas diferentes.
Prólogo
Es duro estar allí, viendo como una persona se derrumba, cae en ese pozo del que es imposible salir. Sientes el dolor como si fuera tuyo, pero sabes que ni siquiera ves una pequeña parte de su sufrimiento. Se están rompiendo por dentro, y no les importa nada lo que ocurra a su alrededor, porque nada es relevante. Percibes como su alma se va deshaciendo pedazo a pedazo, como cada fragmento se desprende y se convierte en polvo. Y haces lo único que puedes, porque esa persona es importante para ti, y no puedes permitir que desaparezca. Te aferras a ella, y aprietas fuerte, intentado mantener allí dentro el último trozo de esperanza, de vida, que aún queda dentro de esa cáscara casi vacía. Y cuando sientes sus lágrimas caer sobre tu propia piel, sabes que has llegado a tiempo de salvarlo, que no todo se ha perdido, porque, aunque sólo exista dolor, aún queda algo en él que merece la pena salvar.
Su aliento quemaba sobre mi nariz, demasiado alcohol en su organismo. Una inútil treta para entumecer que no consigue hacerte olvidar tus errores, tus fracasos. Pero que es fácil de conseguir, que siempre está a mano cuando quieres hacer que tu mente deje de funcionar, haciendo que tu cuerpo sólo se concentre en sobrevivir, en respirar una vez más. No sientes nada, ni el agua fría que cae por tu cabeza, y se desliza por tu cuerpo empapando tu ropa.
Allí estaba yo, olvidando lo que me alejaba de él, y lo que impedía que me acercara a una persona tan difícil. Apretando mi cuerpo contra el suyo, abrazándolo bajo una ducha de agua fría, que hacía titiritar mis dientes, pero me negaba a abandonarle. Él tenía que regresar de ese viaje a ninguna parte, de ese lugar en que el vacío lo llenaba todo. Y cerré mis ojos, suplicando porque Simon regresara a mí. Entonces sentí su cuerpo temblar, y no era por el frío. Sus sollozos salieron estrangulados de su garganta, derramando el dolor que lo asfixiaba. Y noté su cuerpo volver a vivir. Sus brazos me envolvieron lentamente, como si despertaran de un largo sueño, y me apretaron hasta casi sentir mis huesos crujir.
Y nos quedamos allí, sin decir nada, él expulsando su dolor, llorando por todas las veces que no lo había hecho, yo dando gracias a Dios por que él volvía a sentir.
Mi piel se estaba entumeciendo, e intenté apartarme de él en un par de ocasiones, pero no me lo permitió, y yo no insistí, estaría allí todo el tiempo que me necesitara.
Alcé la cabeza para verle el rostro, descubriendo el vacío de sus ojos, mirando más allá de mí. Estiré mi mano, y acaricié su mandíbula, viendo como sus ojos regresaban, y se clavaban en los míos.
—Estás helada. -
No podía negarlo, mis dientes castañeteaban incontrolables. Y antes de poder decir una palabra, un fuerte estornudo salió de mi boca. Simon nos sacó a ambos de la ducha, y tomó una enorme toalla para envolverme en ella. Me secó, olvidando el agua que goteaba de su propio pelo, olvidando su piel fría y rugosa. Cuando yo estuve seca, se ocupó de quitarse su propio frío de encima. Lo acosté en su cama, como lo hiciera con un niño, pero cuando di mi primer paso hacia la puerta, su voz insegura y débil, hizo algo que no había hecho nunca, suplicar.
—No te vayas. -
—No lo haré. -
Me acurruqué detrás de él, abrazando su enorme figura, tanto como podían mis pequeños brazos. Como una madre se acurrucaría junto a su pequeño, para apartar sus miedos en la noche. Quizás los tamaños intercambiados, pero no los papeles. Lo apreté tanto como pude, transmitiéndoles ese "todo está bien" que toda madre te regala para tranquilizarte, y noté como su cuerpo se relajaba poco a poco, dejando que el sueño lo tomara.

ESTÁS LEYENDO
Serie Préstame....
RomancePara conocer el origen de la serie Legacy no puedes dejar de leer esta serie. Desde los chicos de Miami, pasando por Las Vegas y Chicago, aquí encontrarás las historias de los Di Ángello, Castillo, Vasiliev, Bowman y muchos más.