Varios días después, la vida de Burke Hoffman había vuelto a la normalidad, asistiendo a clases en la universidad Sorbonne, y en sus empleos de medio tiempo, sin embargo, con el pasar de los días estaba obligado a pasar gran parte del tiempo con el deseo de concentrarse para estudiar, todo lo había destinado a dedicar sus pensamientos en el enfant terrible y la sonrisa que aun estando ebrio lucio radiante bajo las estrellas en el cielo parisino.
Justo en ese instante lamentó la idea de estar haciendo un diplomado en literatura.
Concentrarse en letras inglesas era mucho más difícil cuando no podía dejar de recordar en aquel joven castaño que por alguna extraña razón lo había cautivado desde que cruzó la puerta en la tienda de telas.
Enamorarse nunca es fácil, y es más difícil cuando no se es correspondido, pero a Burke le gustaba eso, le gustaba sentir la idea de que Aiden debía ser conquistado, pero no podía hacerlo si él aún sentía algo por el chico de ojos grises que aún tenía un espacio presente en su corazón.
No podía competir con Wesley Hemmings, no podía estar a la altura de los LeClair, Burke Hoffman tenía que trabajar para pagar sus estudios, para mantenerse en un pequeño apartamento de la ciudad que apenas tenía espacio para él y Donatella, su mascota, un mini pig que lo recibía con alegría cuando por fin llegaba a casa.
La idea de llamar a Aiden lo consumió completamente, sin embargo, no era la mejor idea. Mucho menos cuando se percató de que ni siquiera tenía su número. Si realmente quería volver a verle tendría que ir a su casa.
Burke no le temía a la idea de ir a casa de los LeClair por la reputación que había ganado, sino por buscar una excusa que probablemente no diera resultados y Aiden no quisiera verle nunca más.
Le gustaba mucho, lo quería para él, y no descansaría hasta lograr su propósito.
Fue en ese instante que decidió armarse de valor y confesarle a Aiden una sarta de sentimientos inexplicablemente profundos. No sabía cómo lidiar con la idea de sentirse de aquel modo sabiendo que únicamente le parecía ridículamente hermoso.
El caminar, su mirada, su sonrisa y los hoyuelos en ambas mejillas. Eso le era suficiente, no existían más motivos para acercarse a él y hacerle saber que no hacían falta más razones para pensarle todo el día como un idiota, un enamorado empedernido, un escritor que no había sacado inspiración hasta que decidió narrar una historia de amor diferente a las demás.
Una donde un simple estudiante de Berlín se enamora de un petulante joven parisino.
Versos dedicados a su nueva musa.
"Eres como el rojo, tu color favorito. Romántico, apasionado, sádico"...
"Aiden, de todos mis sueños eres el más ambicioso".
"Tus ojos son como un océano lleno de secretos que quiero conocer".
Solo eso bastaba para volverlo una aventura apasionante.
Esa misma tarde, la muerte de Stephano Lombardo. Un hombre presente en la vida de su Aiden y sus conocidos más allegados.
Y el encabezado de los diarios y los noticieros dieron mucho de qué hablar.
"Stephano Lombardo, el fraude más grande de la década".
"Farsante al descubierto".
"El funeral de un asesino en serie".
Todo apuntaba a la posibilidad de que, si el asesino estaba muerto, las cosas podrían mejorar para todos. Incluyendo a Burke.
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Stalker (Spin-off) : Una historia de Fashion Killer
Teen FictionBurke Hoffman es ordinario y encantador, hasta que se obsesiona con alguna persona que llame su atención. Aiden LeClair era la clase de persona que Burke admiraria desde la distancia, lo suficiente para investigarlo y hacer lo posible por entrar y f...