Comida

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—Oye ¿Estás bien? No quise ser tan brusco.

—¡Me dejaste sin respirar! —le gritó sollozando, tomándose del estómago.

Bueno, quizás si le había pegado muy fuerte. Se acercó a ella, y se puso de cuclillas a su lado.

—¿Necesitas ayuda para levantarte?

—Te mataré —masculló dándole un fuerte cabezazo en la frente, haciéndolo caer hacia atrás, quejándose.

—Eres una imbécil —gruñó el muchacho, antes de levantarse y mirarla furioso.

La rubia se acercó a él, y le lanzó un puñetazo, que el fácilmente esquivó, tomándola de la muñeca.

—Basta, no quiero pelear contigo.

—¡Quiero a mi dragón! —le gritó dándole una patada en la entrepierna, haciendo que la soltara y cayera arrodillado en el suelo—. ¡Dame a mi dragón!

—Así qué quieres una bestia —le dijo jalándola del tobillo, tirándola al suelo.

Se subió encima de ella y la tomó de las muñecas, colocándolas sobre su cabeza.

—Te daré una bestia —gruñó.

—Suéltame —se quejó forcejeando, moviéndose debajo de él—. ¡Ya suéltame, animal!

Respiró profundo, y olfateó su cuello, produciendo un sonido ronco, que la paralizó.

—Hace mucho no tengo una hembra.

Lo miró con temor y él sonrió de una forma que le erizó la piel, comenzando a respirar con dificultad.

—G-Gakael, dragón dorado, te ordeno que salgas de encima mío —le dijo intentando sonar lo más convencida posible.

—¿No qué soy tuyo? —pronunció ronco—. ¿Qué tal si ahora yo te hago mía?

—N-No, sal de encima mío.

—No, no lo haré —sonrió—. Hace siglos no estoy con una hembra, ya he olvidado lo que se sentía aparearse.

Taia lo observó asustada ¿Pero tenía otra salida? Estaba atrapada, nadie podía ayudarla a la altura dónde se encontraba.

—Entonces ¿Lo haremos por las buenas?

—S-Sólo... Jamás he estado con un hombre —murmuró con la voz temblorosa, cerrando los ojos.

—Eso lo hará más especial, para mí —gruñó ronco, respirando pesando.

Le soltó las muñecas, y bajó a su cuello, probándolo. Taia apretó sus ojos con fuerza, y su cuerpo adoptó una postura tensa. Se arrepentía, se arrepentía enormemente de haber ido allí.

La tomó del rostro, y lo giró, para poder probar sus labios. Pero luego de intentarlo, y que ella no le correspondiera, se detuvo.

—¿No piensas hacer nada?

—Sólo hazlo y déjame ir —susurró, sin querer abrir los ojos.

—No voy a hacer nada si tú no me correspondes.

—Entonces nos quedaremos así, porque yo no quiero estar contigo.

—¿Por qué?

—No te conozco.

Suspiró y salió de encima de ella, sentándose a su lado.

—Te llamas Taia, eres princesa de algún reino de por aquí, que prometió llevar mi cabeza, y yo soy el tan afamado dragón, Gakael. Creo que nos conocemos lo suficiente para intimar.

Ella se sentó y se quitó la pesada armadura, quedando sólo con un pantalón de tela fina, y una camiseta del mismo material.

—No es suficiente para acostarme contigo.

—¿No? ¿Y qué más necesitas saber de mí? Si no te he tomado aún, es porque me has dicho que no has estado con un hombre antes, y se que te dolerá demasiado. Así que habla.

—Conocerte, que me brindes confianza.

—Estás siendo muy pretenciosa con un extraño que fácilmente podría tomarte a la fuerza —le dijo afilando la mirada.

—Hazlo entonces, no pondré resistencia, pero tampoco cooperaré contigo.

...

La princesa y el dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora