Halo de luz

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Caminó entre los aldeanos, intentando llegar hasta el castillo de los reyes. Habían pasado seis días desde que la había visto, y sabía que ella aún no había entregado su piedra, porque seguía vivo.

Iba cubierto completamente, sólo sus ojos podían verse, ya que no quería que nadie conociera su identidad. Y a pesar de lo que ella había hecho, no podía odiarla.

Se sentía abrumado por su comportamiento tan imprudente ¿Cómo le había confiado tan fácilmente su vida a una humana? Parecía que el error se repetiría una y otra vez, de generación en generación.

Sólo que ésta vez, con el moriría el último dragón.

***

—Esto es sólo una piedra —pronunció el rey—. Ni siquiera es valiosa, y encima está quebrada ¿Cómo te has dejado engañar de éste modo, hija mía?

—Que es el corazón de un dragón —insistió la rubia—. Si lo destruyes, el dragón también morirá —pronunció lo último en un tono bajo.

No, no podía sentir lástima de él. Había asesinado a centenares de personas, había dejado muchas familias devastadas, pueblos enteros destruidos.

Y quizás con ella no había sido cruel, había sido atento, amable, hasta se había preocupado por ella... Pero no por eso debía sentir misericordia.

Era su deber como futura reina acabar con toda amenaza hacia su pueblo, y él era la mayor. Cuando la encontrara, intentaría asesinarla, es por eso que ella debía actuar antes.

—Pruébalo padre, destruye la roca, y luego comprueba por ti mismo que era su corazón, que el dragón murió.

—No perderé el tiempo con esto, será mejor-

—Por favor hazlo, no pierdes nada. Al contrario, comprobarás que tengo razón, y que la amenaza desapareció, que nuestro pueblo y reino ahora estarán a salvo —insistió.

El rey observó a su hija por unos segundos, y luego hizo un ademán con su mano a uno de sus siervos.

—Traigan un mazo, y destruyan ante nuestros ojos, el supuesto corazón del dragón.

—Como ustedes ordene, majestad —pronunció antes de marcharse.

Taia observó cómo colocaban la roca frente al trono donde estaba sentado su padre, y respiró con dificultad, nerviosa. No sabía porqué, pero podía sentirlo cerca.

El siervo volvió unos minutos después, y cuando se acercó al rey con el mazo, una persona cubierta completamente, entró al lugar.

Taia se giró, y sin poder verlo, supo que se trataba de él. Su cuerpo se paralizó, y dejó de escuchar lo que se decía a su alrededor. Él descubrió su rostro, y sólo la miró ella, sin decir nada. Porque sus ojos expresaban todo lo que sentía.

¿Por qué?

—Taia —pronunció bajo.

Los ojos de la rubia se cubrieron de lágrimas, y antes de poder separar sus labios para hablar, un horrible crujido se escuchó detrás de ella.

La joven se giró asustada, y comprobó que el siervo había quebrado aquella piedra, haciéndola añicos. Un golpe seco se escuchó del otro lado de la sala, en frente a la puerta, y cuando ella volvió a voltearse, Gakael estaba en el suelo, rodeado por los oficiales de la corte real.

Dio un paso inseguro, seguido de otro, y sin comprenderlo por completo, corrió hacia a él, sólo para comprobar que era cierto, aquel si era su corazón.

Lo observó respirar con dificultad, y sus puños cerrados con fuerzas, mientras sus ojos miraban hacia a la nada. Se arrodilló a su lado, y comenzó a llorar, sin saber porqué.

—D-Debía hacerlo —le dijo sollozando—... L-Lo siento.

Dio una profunda respiración, y mantuvo el aire por unos segundos, temblando.

—P-Pudo cazar a u-un dragón —le dijo en un hilo de voz, sintiendo su cuerpo entumecerse lentamente—. Feli-cidades... N-No muchas han conseguido... E-El corazón d-de un dragón.

Tomó una de sus manos, y la sintió helada, tan fría como la nieve misma. Su calor ya no estaba allí, él se estaba muriendo.

—Ve y jactate ante el reino —murmuró bajo, derramando varias lágrimas al cerrar sus ojos—. Conviertete en leyenda, y cuenta como en una noche, con caricias, le robaste el corazón a un dragón.

La culpa golpeó fuerte en su consciencia y comenzó a llorar de forma angustiada, negando con la cabeza.

—Lo siento, lo siento, Gakael.

—Los humanos sólo traicionan, ahora entiendo porque son tan peligrosos.

Abrió sus ojos, y la miró por última vez, derramando varias lágrimas. Sabía que su final estaba cerca, ya no sentía nada desde el cuello hacia abajo.

—¿Mi vida a cambio de cuánto oro o tierras, futura reina? Sus manos estarán manchadas siempre... Yo a ti no te dañé... T-Tú a mi s-sí.

Los presentes comenzaron a murmurar asombrados, otros aturdidos, ya que la piedra que habían quebrado, ahora era un gran corazón destrozado en la sala. Y todos los fragmentos que habían saltado, eran manchas de sangre, salpicando el suelo.

Algunos presentes comenzaron a gritar al ver que el cuerpo de aquel desconocido, tomaba el aspecto de un enorme dragón, ocupando más de la mitad de la sala del trono.

Y aunque todos se pusieron alertas, empuñando sus espadas, fue en vano. El majestuoso y colosal animal estaba muerto. Y antes de que pudieran acercase a él para tocarlo, su cuerpo desapareció en un brillante halo de luz dorada, que encegueció a los presentes por varios minutos.

—¡Viva la princesa Taia! —exclamaron al recobrar la visión, y comprobar que ella había cumplido con su promesa—. ¡Ella asesinó al dragón! ¡Viva!

Pero la rubia no podía dejar de llorar, observando el lugar donde él había estado. Lo había asesinado, había traicionado su confianza ¿Y a cambio de qué?

...

Próximo el epílogo 💔😢😭

La princesa y el dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora