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ృ ꒰❝Continúa haciendo lo que haces, creo que yo finalmente encontré el amor perfecto que he buscado durante toda mi vida.❞꒱ ృ
Quien sea que fuera a recoger a Corey de la guardería, probablemente no tenía idea de que hoy terminaba el turno a las dos de la la tarde, en lugar de a las tres.
Actualmente el pequeño está sentado fuera del jardín de infantes, balanceando sus pequeñas piernas bajo la silla de plástico roja destinada a los "mayores", mientras que hay una caja de jugo en su mano, cabe mencionar que me las arreglé para encontrarla en la cocina.
—¿Corey?— Mae llama. Lleva poco más de una hora paseando por los alrededores. —¿Tienes idea de dónde están tus padres?
—Brian está trabajando. —El niño responde inocentemente.
Miro a Bailey. —¿Brian?— susurro.
—Su padre.— responde ella, mientras escucha la notificación de un mensaje de texto en su teléfono.
—¿Llama a su padre por su nombre?— cuestiono, un poco sorprendida.
La chica asiente con la cabeza. —Sí. Lo he visto hacerlo varias veces, creo. Asiento de igual forma con mis ojos fijos en el niñito que bebe jugo de manzana.
Le había dado todos los dibujos que se le habían caído en el momento en que lo vi esperando, sin el conocimiento de haberlos mirado, por supuesto.
Él sólo me dio una sonrisa torcida y un silencioso "gracias" en respuesta, sin más que agregar.
—Hola, ¿Sr. Mendes?
Mi cuello gira velozmente al hacerse mención un apellido que reconozco muy bien, sólo para presenciar a Mae con el teléfono presionado entre la oreja y el hombro.
—Sí, sí, entiendo que eres un hombre muy ocupado.— suspira. Suena como si lo hubiera oído antes. —Pero a veces tu hermano... bueno, puede llegar un poco tarde, a veces.
Más murmullos. Es como la estática a través de un mini-altavoz. No puedo oír lo que dice la persona de la otra línea, pero a juzgar por la expresión amarga en el rostro de Mae, me atrevería a decir que la cosa no va bien.
—Sí, sí, Brian. Lo entiendo.— dice, con todo el sentido de la formalidad saliendo por su boca. —Pero esto sucede con demasiada frecuencia. No me importaría el ocasional error de vez en cuando, pero el pobre Corey se queda esperando casi tres horas todos los días después de que los otros niños han ido a casa.
Silencio. Miro a Corey, parpadeando en mi dirección con ojos verdes y frescos, y es justo cuando empieza a parecerme dolorosamente familiar.
—¿Thopie?— Cecea, con los ojos muy abiertos y brillantes. Frunce el ceño, repitiendo de nuevo mi nombre. —Sophie.
