PRÓLOGO

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Tire por la ventanilla lo último que quedaba del cigarrillo. La noche recién empezaba, aun está en pañales diría John. Iba directo a la casa de la chica más deseada del instituto y no era exactamente por su "personalidad", nadie la conocía lo suficiente, sino que por sus excitantes curvas.

Luego de recibir su texto, tome el Whisky de un solo trago y agarre mi chaqueta de cuero que estaba en el respaldar del sillón.

- ¿Te vas tan pronto? Si aun nos quedan un par de tragos hermano- dijo John mientras dejaba otro vaso vacío sobre la mesa. Acostumbramos tomar, fumar e inclusive drogarnos hasta que el amanecer nos echara del lugar.

- Resulta que tengo planes más interesantes para terminar la noche- dije mientras le guiñaba un ojo junto con una sonrisa desquiciada

- La platinada ¿verdad?- soltó una pequeña risa- No se te escapa ninguna Styles- dijo casi en un susurro.

Me gire sobre mis tobillos presumiendo  acompañado con  una sonrisa de ganador y me dirigí hacia la salida.

Cuando estaba frente al auto encendí otro cigarrillo, puse el auto en marcha y me aleje del lugar. Ganarme la invitación me había costado solo un par de besos desenfrenados entre clases y ya la tenía pidiendo por mí en su cama. Antes de emprender mi camino encendí la radio para no perder la adrenalina que traía del bar. El sol apenas se asomaba, anunciando que pronto amanecería, su luz aun era tan débil que no conseguía iluminar del todo a la ciudad.

Me tuve que detener en el semáforo pero sabia que era el último con el que me toparía hasta la casa de Kimberly. Entonces subí la música hasta el máximo y apenas el semáforo dio la orden acelere hasta fondo.

Iba manejando a toda velocidad pensando en las mil y unas cosas que le podía hacer a esa perra ardiente. En ese momento el teléfono sonó en el asiento del copiloto y cuando vi el nombre de la platinada en la pantalla, no dude en contestar.

- Corazón, te estas tardando mucho más de lo que desearía- dijo del otro lado provocativa y sin dejarme hablar continuo - Escucha lo que tengo para ti, mi amor. 

 Comenzó a jadear suavemente mi nombre, haciendo que mi cuerpo se entumeciera de placer.  Mi nombre acompañado de su respiración me estaba volviendo loco, debía llegar cuanto antes.  Pero apenas abrí la boca para contestarle un maldito idiota se cruzó por mi camino, prácticamente se había tirado bajo mi auto.  Apreté la palanca del freno hasta el fondo, pero mis intentos eran en vano. Ya era demasiado tarde, él  estaba debajo del auto.

A los segundos un dolor punzante apretaba sobre mi pecho, todo estaba al revés y la sirena ensordecedora de la ambulancia se acercaba cada vez más.

Por Equivocación (Mistake) H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora