No había tenido que caminar mucho como él se lo imaginaba. Porque en realidad, mi casa estaba en ese barrio tan repugnante como su cara lo reflejaba.
"No hay dinero. No hay comida”
La nota pegada en la heladera me anunciaba el inicio de un nuevo problema a resolver. No veía a Samanta levantarse para ir a trabajar desde hace un par de meses atrás. Las deudas se acumulaban. No teníamos cable, teléfono y pronto nos quedaríamos sin electricidad.
Lo único seguro que tenia era la casa. Antigua, a medio pintar y casi sin muebles pero la quería igual. Aunque no siempre fue así.
Después de mi nacimiento, por lo que me contaba Joe, decidieron mudarse a un hogar más grande. Visitaron numerosas viviendas pero ninguna parecía estar al alcance de los gustos de mi madre… y del bolsillo de mi padre. Pero una los cautivo, pensaron que tenía todo para ser un buen hogar. Era hermosa, grande, cálida y, aunque no estaba en los mejores lugares, era accesible. Sin embargo, es ilógico creer que una casa mas bonita y mas grande puede mejorar o crear eso que nunca estuvo, familia. Yo no lo recuerdo y prefiero no hacerlo.A los meses que nos mudamos todo parecía ir bien pero todo se derrumbo el mes de mi tercer cumpleaños. Desconozco las causas y tampoco nadie me las quiso contar. Joe, que tenia 7 años cuando sucedió, menciono un par de palabras pero sin unirlas: mentiras, golpes y lágrimas.
Ahora la casa que alguna vez fue hermosa estaba sin pintar desde hace muchos años, el jardín estaba seco y muerto, y la enredadera, que alguna vez había decorado elegantemente la pared del frente, había dejado sus huellas y solo algunas ramas marrones y sin vida que se sujetaban de la agrietada pared.
Los muebles habían ido desapareciendo uno por uno. La mayoría vendidos para pagar deudas de Steve.
Por otra parte, las ventanas nunca se habrían, salvo por la de mi habitación. Y estoy segura que si no fuera porque los vecinos me veían salir de vez en cuando ya la hubieran puesto a la venta de nuevo.
Me senté en el ultimo escalón de la escalera y por primera vez trate de recordar aquellos días en los que la casa era un ambiente acogedor. Pero no puede, solo vinieron momentos tristes. El primero que floto en mi memoria fue cuando apenas tenía ocho años. Me encontraba mirando por el barandal de la escalera a Samanta, esta estaba tirada en el sofá de la sala con un hombre. Uno distinto cada sábado. De seguro uno de esos también fue Steve. En ese momento apareció Joe y se sentó junto a mí. Él también miraba atento la situación.
- ¿Mamá va a volver a ser la de antes? – le pregunté.
- Eso espero, pequeña – dijo tocando mi mejilla. Cuando las cosas empezaban a ponerse violentas Joe me llevaba a mi cuarto. Él me acurrucaba cada vez que se lo pedía y cada vez que Samanta se emborrachaba y empezaba a tirar todo al suelo. Él me acariciaba la mejilla hasta que caía en los brazos de Morfeo.
Y fue entonces, cuando recordaba sus suaves caricias, solté por primera vez una lágrima por Joe. Por eso siempre evito recordarlo, porque con su recuerdo vienen otros malignos, otros que prefiero que se queden guardados en lo mas profundo.
Joe tenía veintisiete años y la vida lo había golpeado tanto como a mi o un poco mas. Lo diferente es que él ya no sufre, él ya no esta. A veces entiendo a Samanta y su obsesión por dejar de existir porque claro esta que es la manera más fácil de olvidar todo y de empezar de cero. Pero tanto como ella y yo no tenemos el suficiente coraje para hacerlo. No por nuestra cuenta. Eso explica, de cierto modo, como inconscientemente buscamos el peligro o lo desafiamos.
Hoy había desafiado a alguien que tenia la certeza que podría acabar conmigo en un instante. Pero a pesar de eso él no había hecho nada. Al pensar en él, su mirada se cruzo por mi mente: verde como la esmeralda, cargada de tranquilidad y a la vez furia. Era como estar parado en el límite de lo bueno y de lo malo. Por eso no encontraba razón porque temerle. Y aún que sus gestos y acciones demandaban miedo, su mirada no, todo lo contrario.
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Por Equivocación (Mistake) H.S
Hayran KurguLas equivocaciones son parte de la vida. Y los humanos estamos hechos para cometer miles de errores. ¿Acaso no desearías borrar alguna equivocación? Volver el tiempo atrás y quedarte tal vez cinco minutos más en la cama, haber desayunado más lento...