CAPITULO UNO

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-Jane, no puedo más- dijo entre sollozos- No me quedan fuerzas para seguir. Él se ha ido y ya nada lo traerá de vuelta - de todas las veces que la había visto llorar esta era la peor. Creía que ya no le quedaban lágrimas, pero estaba equivocada.

Hace tres años que la veo levantarse tarde, repetir la misma rutina todas las semanas, llegar cansada, sin ni un poco de energía y sumergirse en largas noches de lágrimas hasta quedarse dormida. Yo también sentía dolor, pero no del mismo grado, no como ella lo sentía. Ella perdío a su hijo y yo a mi hermano.  No había comparación.

Hoy después de tanto tiempo el juez solo había decidido penar al asesino con "servicio comunitario". Era lo mas absurdo que había escuchado salir de su desgraciada boca. Después de haber gastado hasta los últimos centavos en abogados para que por lo menos se pudriera en la cárcel. Ni un mes, ni una semana, nada de eso logramos. Ni lo mínimo.

La ayude a subir lentamente las escaleras y la recosté en su cama. No podía hacer nada. No a estas alturas. El juez ya había hablado, él ya estaba muerto y el destino así lo quería. 

Me acosté a su lado y me quede acariciando con suavidad su pelo hasta que se quedo dormida, como de costumbre. Junte la puerta de su habitación, pero no del todo, deje una pequeña ranura para poder escucharla si me necesitaba.

Me dirigía directo a la nevera para buscar algo para comer, después de una larga jornada en el tribunal, pero en el camino a ella me tope con todas los retratos que mi madre insistía en poner sobre la chimenea. En todas aparecía, de una u otra forma, Joe. Apreté los dientes con furia, no me importaba si los arruinaba, no lo soportaba. Ni siquiera le conocíamos la cara al maldito hijo de puta, sus abogados insistían en mantener su identidad en secreto por su seguridad. Era lo que les convenía. Si tan solo supiera su apellido, lo que sea, ya no existiría nadie con el mismo que él. Me hubiera encargado yo misma de que se extinguiera.  

Fui corriendo hacia la chimenea y en un ataque de irá tire todas las fotografías al suelo. Los vidrios chillaban al trizarces en millones de pedazos cuando chocaban con el piso. Solo uno se había salvado y era la última fotografía que habíamos sacado en mi cumpleaños, lo tome y sufrió el mismo destino que los demás. Debíamos dejarlo ir, solo nos estaba condenando a un infierno de sufrimiento y rencor.

Cuando me di vuelta, mi madre estaba de  pie al final de la escalera con la boca abierta hasta el suelo.

- Se acabó- dije antes que empezara a regañarme. Solo me miro enfadada y se arrodilló frente al desastre que había quedado, sin importarle caer sobre los vidrios rotos.

Tome mi abrigo y me fui, dejándola sola por primera vez.

La amo, es lo único que me queda en esta vida, descontando a mi padrastro que esta trabajando prácticamente todo el día y noche.  No quiero verla seguir sufriendo.

En cada paso que daba sobre la acera húmeda por la leve llovisna de inviero, dejaba toda la ira contenida e inclusive el dolor. No me percataba de la lluvia hasta que pasaba alguien con paragua, solo trataba de olvidar.

No tenia un destino, ni un rumbo, pero termine en la esquina donde empezó toda esta maldita película dramática. La esquina estaba solitaria, apenas pasaba un auto cada una hora, siempre había sido así desde que recordaba. Sin embargo aquí fue donde todo comenzó.

...

- ¡Me voy!- grite desde la entrada.

Ella aun seguía sin hablarme, sin comer y sin salir de su habitación, por lo menos cuando yo estaba en casa.

Con el sol en lo mas alto y despejado, todo apuntaba a un caluroso día. Pero en cambio una brisa fresca me recordaba que aun estábamos apenas saliendo del invierno. Subí el cierre de mi campera hasta arriba y me dirigí hasta la parada del bus.

Por Equivocación (Mistake) H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora