ʙᴏɴᴇs ᶠʳᵉʳᵃʳᵈ

5 E

eran al rededor de las cinco de la tarde, y yo me encontraba dibujando, un paisaje, con mi espalda recostada sobre un árbol.

en el suelo del parque donde frank leyó poesía para mí con su cabeza sobre mis piernas.

ese particular día, él no se hallaba tan radiante como siempre.

recuerdo que una vez me contó que el suelo era su lugar favorito para sentarse, por más extraño que sonara.

ahora no podía sentarse en otro lugar que no fuese esa silla de ruedas color azul opaco.

sus piernas no podían estar mucho tiempo estiradas.

lo miré con una mueca, y me levanté del suelo. con el dibujo ya terminado en mis manos.

─es hermoso, gee.

─gracias, frankie─ murmuré, arrodillandome para dejar un beso con sumo cuidado sobre sus labios.

a veces temía que tan solo con un toque fuera a romperse.

─creo que es hora de irnos.

yo asentí, viéndolo por unos segundos antes de tomar todo y guardarlo en una mochila.

comencé a caminar, devuelta a casa.

─extraño mis muletas, ¿sabes, gee?

mordí mi labio inferior, y bajé la cabeza por un instante, sentía algo tan profundo en mi pecho.

odiaba verlo en ese estado.

no lo merecía.

de un momento a otro lo escuché sollozar, y paré de inmediato. dandome la vuelta para arrodillarme frente a él.

─frank, dulzura─ toqué su rostro de forma superficial.

─no voy a romperme, mierda─ se quejó, y con suavidad empujó mis manos tocando su propio rostro.

pude sentir sus lágrimas mojando las palmas de mi mano, y mi corazón salía de mi pecho.

─voy a morir.

me callé, y lo único que escuchaba eran los sollozos por parte de frank.

hace un par de meses atrás, dijo que cuando descubrieron su cáncer, él se rehuso a hacerse las quimio.

no valía la pena pues su cáncer ya estaba algo avanzado.

a veces me preguntaba qué se sentiría despertar, sabiendo que tus huesos se deshacen dentro de tu cuerpo. debajo de tu piel.

frank siempre se mantuvo, y tenía la duda de cuando se daría cuenta que su cáncer no era solo un juego.

sus piernas habían dejado de funcionar, luego serían sus brazos, manos, incluso su boca. hasta quedar postrado en una cama, donde al fin su muerte llegaría.

meses antes él solo diría que esperaría su muerte, y que esta vendría cuando tuviera que venir.

pero ahora temblaba bajo mis manos, temiendo por lo que le esperaba.

y yo estaba casi tan asustado como él de que ese fatídico día llegase.