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estaba sentado sobre el suelo, en la habitación de frank.

pero él no estaba ahí.

podía ver el sol comenzar a salir desde su ventana, y mis lágrimas otra vez bajaban por mi rostro.

mi garganta no emitía ningún sonido, pero podía oír a los padres de frank hablando en la otra habitación.

Linda parecía no aceptar la realidad, y Cheech solo trataba de calmarla.

una vez más sentí pena por ellos.

me levanté de donde estaba y me permití, abrir el armario de frank, donde se hallaba toda su ropa.

ahí estaba la camisa que usó el día de la cena, una negra bastante linda, con botones.

intenté contar las veces que riendo repetí su nombre.

doscientas tres.

fue todo lo que pude recordar.

aunque estaba seguro de que él me había llamado más veces por mi nombre que yo por el suyo.

porque le gustaba mi nombre.

y ahora su voz repitiendo mi apodo, solo se encontraba en mi cabeza.

antes de salir de su habitación, encontré una caja de color salmón, en el fondo de su armario.

ahí se encontraban varias fotos, y solo por simple curiosidad comencé a verlas. ahí se hallaba una carta que él había escrito para su madre, y detrás pequeñas fotos.

no me atreví a abrirla.

cerré la caja y el armario, dejando la carta sobre la cama de frank. quería que Linda la leyera.

frank lo hubiera querido.

así que bajé por el árbol en el que frank había estrellado el auto, y me pregunté que habría pasado por su mente en ese instante.

él sabía que sus huesos no resistirían estar en un movimiento tan brusco como el que conllevaba conducir un auto.

pero tal vez no imaginó que sus huesos no aguantarían un golpe tan fuerte como era chocar.

frank había sido prácticamente de cristal, tan frágil como su mente.

él se había encargado de alejarse de la realidad, y vivir en un mundo donde todo no era tan malo como parecía serlo.

esa misma tarde, se llevó acabo el funeral de frank, fue una tarde soleada, habían pocas personas, pero toda su familia se hallaba ahí.

pude ver como su madre sostenía la carta que frank le había dejado, la que puse sobre su cama.

y no pude evitar sonreír levemente.

me sentía tan lejano y cercano a frank al mismo tiempo.

allí habían personas que conocieron al avellana desde mucho más tiempo que yo, pero aún así no lo conocieron mejor de lo que yo lo hice.

porque conocí a frank.

me atrevía a decir que nadie nunca pudo conocer a frank como yo llegué a hacerlo.

y nadie nunca iba a llegar a conocerme a mí como frank lo hizo.

no pude llorar, no cuando vi como lo enterraban. en ese ataúd, donde su cuerpo se encontraba, y sus dedos estaban fríos.

decidí que, así como él había aceptado su destino yo también debía aceptar que él no volvería a mí.

y que se había ido para siempre.

le prometí sonreír a pesar de todo, porque gracias a frank había aprendido muchas cosas.

aprendí a sonreír.

a querer vivir un poco más.

a amar.

y aunque él ya no iba a estar ahí, para recostarse sobre mis piernas,

para besar mis labios,

sonreír,

llorar,

amarme.

jamás podría arrepentirme de haberlo conocido.

ʙᴏɴᴇs ᶠʳᵉʳᵃʳᵈDonde viven las historias. Descúbrelo ahora