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Every new beginning comes from some other beginning's end...

Ay por Dios, llegué hace apenas una semana a Londres y ya encontré un modesto pero perfecto chalé donde instalarme. Con veintitrés años, tenía más ambiciones de lo normal, mientras mis compañeros eran sub-chefs, yo abriría mi propia tienda. Compré lo que necesitaba e ingredientes para aproximadamente dos meses y medio. Aunque estaba ubicada en una buenísima zona, sabía que no iba a surgir en la primera semana y que estaba sola, necesitaba alguien que me ayudara con el negocio y todo eso. Publiqué un aviso en el periódico, London Daily.

Se solicita ayudante para una tienda, con experiencia en repostería, panadería. Si se encuentra interesado llame al

044-5792-1126

Ese fue mi aviso, lo envié al periódico, esperaba que alguien se contactara conmigo. Mientras tanto llamé a mi buen amigo James, este chico se ofreció a ayudarme en todo lo que necesitara, lo conocí por medio de mi ex cuñado, James fue a visitarnos a Paris, era su pareja, de ahí se hizo mi fiel amigo, más bien casi amiga, hermano/hermana, madre, de todo y se lo agradecía infinitamente. Sin duda, era genial tener un mejor amigo gay, siempre me hacía reír con las ocurrencias que se mandaba.

-Hola nena, ¿Enviaste ya el aviso al Daily?-preguntó adormilado desde la otra línea, no era tan temprano, más bien era muy tarde para que un miércoles estuviera en la cama a las diez de la mañana-.

-Hola loco, ¿bien y tú? Sí, gracias por preguntar-dije con falsa indignación-sí, ya lo envié, espero tener respuestas, o al menos una, ya sabes, para mi autoestima-reímos, bebí un sorbo de mi café de vainilla y agregué: necesitas un café, apuesto que estabas en la cama aún-.

-En realidad, cariño, sigo en la cama, para algo son las vacaciones, ¿no?-contestó, él a mi acusación-.

-El viernes, vendrás a conocer mi chalé, es muy... acogedor-dije observando mi habitación, estaba sentada en la cómoda cama, bebiendo café, como acostumbraba a hacer-.

-Claro, me encantaría nena, ¿te parece si nos vemos por la tarde y cocinamos algo juntos?-contestó como quien planea una pijamada-.

-¡Sí! Llamé a Eugenia y a Maggie, pero esas locas tienen una cita doble, malditas-sonreí-.

-Sí, la verdad es que son unas malditas, nosotras aquí, siendo vilmente olvidadas por Cupido, él también es un maldito-suspiró y me hizo reír, estábamos irremediablemente solteros-.

-Oye, voy a llamar a mamá, hablamos en la noche-dije, mientras masticaba mis magdalenas caseras-te amo loca, duerme, tú que puedes-finalicé y colgué-.

Llamé a mi progenitora para contarle como estaban las cosas y que ya había enviado el aviso, ella insistía que me emplee en algún restaurant para después surgir como La Gran Lindhagen, la chef del momento, siempre me molestaba con eso, me contó habían adoptado a un perro nuevo, ya iban cuatro, para fortuna de ellos, vivían en una casa con el jardín enorme.

Mi mamá vivía con su nuevo esposo, Calisto, en Grecia, tenían un puesto de comida ahí, como todos en mi familia, pensábamos en los demás y en servir, nos gustaba hacer felices a los demás, que mejor que con comida, mi abuela Lucile, siempre decía ''Panza llena, corazón contento''. Tenía toda la razón. Qué mejor que ser chef, así conseguirás un novio al que harás feliz cocinando para él. Eso me decían, claro, como si fuera fácil, llevaba soltera más de dos años. Era tan sensible, que no quería arriesgarme, solo me importaba mi futuro negocio, no había tiempo para romances que me dejarían destrozada. De todos modos, era feliz, feliz con mis amigos, James y las dos mejores amigas que una pudiera tener, las locas Eugenia y Margaret. Si buscabas en el diccionario Locura encontrabas la fotografía de Eugenia, y si buscabas Energía salía Maggie como descripción gráfica.

Viernes. Después de dos días nadie llamó, me sentía sumamente frustrada, James, como dijo, vendría a comer algo en la tarde y así hablar de todo, y de que nadie me llamó, nadie quería trabajar para mí, no era tan mala, de hecho era bastante alegre, ¡Por Dios era medio latina! Bueno mi abuela lo era. Pero no importa, voy a conseguir a alguien que me ayude en la próxima mejor tienda de todas. Me dije, llegó mi mejor amigo y cocinamos juntos él preparó unos tragos, lo único de cocina que sabía aparte de hacer sándwiches, yo preparé varias picadas, la tradición del vino, los tragos y las picadas permanecieron desde que nos conocimos, lo hacíamos en nuestro tiempo libre los cuatro, Eugenia, Maggie, James y yo.

-¿En serio no quieres que te ayude mientras conseguimos a alguien?-preguntó por décima vez desde que llegó-.

-No, Jamie, te dije, no perderás tu tiempo en esto, tú que puedes disfruta de tus vacaciones-respondí, dejando mi copa en la mesita rústica de la sala-.

-Está bien, como quieras, son las seis de la tarde y ya me mareó esto, no sé que contenía la botella púrpura-dijo tocándose la frente-.

-Era una especia de licor irlandés, muy fuerte o algo así-contesté divertida, él y su manía de no preguntar que contenían mis botellas, al tiempo que cogía un canapé timbró mi celular-Oye, alguien llama-dije mirándolo, me devolvió una mirada de ''NEEE''-.

-¡Contesta, tonta!-exclamó arrojándome el aparato-.

-Auch, eso dolió, ¡Bestia! Ya...-le dije-¿Ho..hola?-silencio, me encogí de hombros-Hola, ¿estás ahí?-volví a preguntar, más silencio-.

-Hola, llamo por el aviso en el Daily-contestó una voz masculina y desquiciantemente lenta-.

-Oh, ¡¿En serio?!-exclamé emocionada, mi primera llamada, carraspeé-Quiero decir...perfecto, mañana por la mañana, a las-calculé-a las ocho y media en punto en el local que es...en Lexington entre Beak y Brewer Street-suspiré, lo solté todo demasiado rápido y estaba emocionada-.

-Bien, Lexington entre Beak y Brewer Street-repitió, me gustaba su voz-por cierto soy Harry, nos vemos mañana-habló de nuevo, había olvidado preguntar lo indispensable, genia, me dije-.

-Okay, te veo mañana, Harry, soy ___-contesté, luego de reír por lo que escribió James en una servilleta de papel "I'm Damn sexy, and I'm your boss", con una letra desordenada-.

-Buenas noches-contestó, luego suspiró-.

-Buenas noches-dije y colgué-.

Esa noche, James se pasó fastidiándome sobre el hombre que llamó, dijo que tal vez sería un gordo de ciento veinte kilos, dispuesto a comerse toda mi despensa, o en el caso de que no fuera así, sería un psicópata, que me violaría, torturaría y arrojaría al Támesis y nadie se daría cuenta.

La chefDonde viven las historias. Descúbrelo ahora