Más que un salmón ~Him~

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Las ganas me consumían de una forma poco común, necesitaba estar junto a ella y gozar de su cuerpo en todos los aspectos posibles, su olor, su sabor, sus texturas, su figura, todo. No podía sacármela de la cabeza, era una idea casi parasitaria que me mantenía apegado a la obsesión de disfrutar de nuestra sexualidad.

No había porno, relato o fotografía que pudiera solucionar este problema, la necesitaba a ella, a su cuerpo, a su sabor, necesitaba de ella para poder acabar con estas endemoniadas y libidinosas ganas de mi pareja. Era un deseo carnal que se consumía toda mi cordura como tabaco en papel de arroz.

Imaginaba que la tenía enfrente, siquiera era mejor que reprimir mis deseos lascivos. Era más que un anhelo, era un afán; era una ráfaga de avidez desmesurada que se desbordaba como la lava hirviendo de un volcán en una despampanante erupción de carnalidad latente.

La desesperación me consumía, no existía precio con la potestad de detenerme, irresponsablemente y casi sin noción de mi absurda decisión Salí de mi caliginoso cuarto, me dirigí a la puerta y antes de que me dé cuenta ya estaba subiendo a un taxi. – A la 5ta. Av y staten Street.- salió de mi boca como si fuera automatizado. Los 23 minutos más largos de mi vida, sentía que mi abrumante temperatura empañaría los cristales de aquel vehículo. Cuando estábamos a pocos metros de llegar únicamente lance un billete al frente del taxi y me baje al vuelo. Eche a correr al portal de su casa.

Timbre 3 desesperadas veces sin dar ni tiempo a reaccionar. -¿quién?- Dijo con una dulce voz a través de la bocina de su casa. –Abre.- fue lo único que logre pronunciar, al escuchar mi voz solo abrió el portal, me acerque a su puerta y antes de yo llegar ella la abrió -¿paso algo?- soltó con tono de preocupación. Ni siquiera paso por mi mente responder a aquella pregunta.

Me abalance a su boca como si ese fuera nuestro último beso, con esta acción ella lo entendió todo, me siguió el apasionado acto hasta que su apetito creció al nivel del mío, de un feroz movimiento se quitó la blusa como señal para que yo destapara mi torso también, arranque mi camiseta. En un huracán de besos y temperatura elevada subimos a su cuarto y la arroje a la cama sin compasión alguna. Arranque su sujetador sin precisar de aquellos seguros. Mientras me besaba desabrochaba mi correa con desesperación, jamás escuche un cinturón tan bullicioso, parecía una delgada pero flexible rama agitándose en un cataclismo sin aviso.

En pocos segundo ambos estábamos a cien por ciento de piel para afuera, sin nada encima, sin nada que ocultar. Sin embargo la aflicción de uno por el otro seguía en pie, sabíamos que hacíamos con todas esas caricias, era más claro que seguir las instrucciones de una alfombra.

Nuestros genitales comenzaron a rozarse y cosquillas viajaban de ida y regreso por todo mi cuerpo. No espere ni un segundo más y procedí a entrar en ella, sus manos lo decían todo, apretaba con sus puños las sabanas como si estas fueran lo más preciado que ella posee. Ella estaba disfrutando y eso me encendía más.

Mis movimientos crecían en fuerza y velocidad a medida que el tiempo transcurría, notaba como sus músculos internos se contraían en divertidos y lujuriosos espasmos de placer, era el paraíso para mi después de tanta espera.

Mi boca estaba seca, necesitaba agua, pero podía esperar, precisaba más de la carnalidad de ella. Los gritos, gemidos y jadeos se apoderaron de la habitación, era buena señal, yo proseguí con mis maniáticos movimientos. De pronto un extendido gemido toma toda mi atención, su cuerpo se eriza y se aferra a mi marcando mi espalda con unos deleitantes rasguños libidinosos. Ella había llegado, esto me emociono y aumente la intensidad de mis movimientos exponencialmente, su espasmo orgásmico fue casi eterno.

Una espectacular brisa de satisfacción placentera corrió por todo mi cuerpo cual rio a punto de desembocar en el océano. Llegue como nunca antes y todos nuestros movimientos de limitaron a carnales tembladeras de placer único e inigualable. Sentí una felicidad extrema, más que un salmón al llegar a la cima de la cascada. Más que un salmón... 

Entre Besos Y Sábanas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora