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ray y yo habíamos comenzado un pequeño negocio dentro de la escuela. resultaba que yo no era la única persona que tenía malos vicios.

y no me refería a mi compañero.

“estudiantes de escuela católica acusados de vender droga”.

sonaba tan bien, que siempre que recordaba ese título reía con fuerzas.

ray un día, después de las clases, había llegado a mí, con la propuesta de un negocio al que sabía que no podía negarme.

simplemente porque así tendría algo de dinero, ya que, mensualmente los padres debían mandarle dinero a sus hijos, pero mi padre, como es tan... él.

nunca lo hizo.

¡ni siquiera sabía que se podía hacer eso!

entonces ahora me hallaba en uno de los cubículos del baño, con una pequeña bolsa en la que se encontraban dos pastillas.

─¿tienes el dinero?─ forcé un poco la voz.

cien dólares pasaron hasta mis pies por debajo de la abertura que separaba los cubiculos del baño.

hice lo mismo con la pequeña bolsita que antes se hallaba en mis manos, y esperé a que aquel chico saliera del baño para hacer lo mismo.

y luego escuché a ray salir del suyo.

esa tarde volví a mi habitación y me encontré con frank.

frank.

hace unos días él y yo habíamos estado, nuevamente, en el jardín de atrás. fue entonces cuando mencioné lo lindo que se veía regando las flores.

“ha de ser porque también eres una”.

cuando me acerqué a él, sentí temblar sus manos, y su cuerpo entero. esa vez no reprochó nada, así que con lentitud me acerqué a su boca y simplemente lo besé de manera superficial.

solté una pequeña risita cuando lo vi con los ojos cerrados, y eso lo hizo volver a la realidad.

pensé que reaccionaría de manera negativa, y me empujaría y saldría corriendo, mas solo se quedó y volvió a su trabajo.

luego de una semana, frank no se atrevía siquiera a mirarme a los ojos, y cada vez que estábamos cerca pretendía hacer que yo no me encontraba ahí.

y ya estaba harto de eso.

cuando la hora del almuerzo llegó, lo tomé del brazo y lo encerré en el baño, cerrando este con seguro.

─¡gerard!─ se quejó alejándose de mí.

─sé que sabes lo que hacemos.

─¿h-hacer qué?─ al instante pude sentir como se ponía nervioso.

del bolsillo de mi pantalón saqué una pequeña bolsa transparente con las tan nombradas pastillitas.

─¿quién nos delató?

frank abrió sus ojos, con evidente sorpresa, llevando una mano a su frente.

─espera, ¿s-son ustedes?─ tartamudeó.

mi ceño se frunció de manera instantánea, y bajé la guardia por un momento.

─¿de qué hablas?

─¡gerard, yo fui quien compró las malditas pastillas!

ʀᴜʟᴇᴢ ᶠʳᵉʳᵃʳᵈDonde viven las historias. Descúbrelo ahora