흑췌

1.6K 207 155
                                    

la última vez que vi a frank, había sido hace seis años.

cuando luego de su confesión, yo escapara de aquél instituto, esa madrugada cuando hacía tanto frío.

nunca más volví a ver a mi familia.

todo lo que conocí alguna vez se había ido. incluso esos ojos avellana.

entonces, decidí dedicarme a lo que mejor sabía.

─¡abre la puta boca!─ gritó en ese momento uno de mis compañeros, haciéndome volver a la realidad.

quité el seguro de mi arma, y puse la punta de esta dentro de la boca de aquél sujeto el cual desconocía completamente su nombre.

mi rostro denotaba aburrimiento.

─¿dónde está el paquete?─ pregunté con fastidio, entonces aquél hombre negó y yo rodé los ojos.

con mi pie, lo empujé con fuerza, hasta hacer que su cabeza chocara contra el suelo y ahí volví a apuntarlo.

un estruendo se escuchó por todo el lugar, y aún luego de haber manchado toda mi mano con sangre, no me inmuté.

el día que escapé de aquél internado católico, comencé a vivir una vida, y no exactamente buena.

y estaba solo como desde un principio en el que mi familia me había dado la espalda por no cumplir sus ideales.

ya nada podía afectarme.

había iniciado un negocio por mí cuenta, donde vendía pequeñas cantidades de droga en las calles para apenas pagar una habitación.

pero todo eso fue creciendo, y ahora no podía quejarme. porque a pesar de no ser la cabeza de todo eso, era un personaje importante en las ventas de drogas.

ahora me hallaba entrando a una gran iglesia.

y es que la religión nunca fue mi fuerte, pero con el tiempo comencé a aceptarla.

más allá de creer en algo, por querer buscar la cura a todo lo malo que había en mí.

entré a la capilla del gran templo, y me senté ahí. entonces escuché al cura del otro llegar.

yo aclaré mi garganta, preparando lo que iba a decir, así que solo jugué con mis dedos removiendome con incomodidad sobre el asiento duro de madera.

─he venido a confesarme, padre─ dije, algo obvio.

a pesar de rezar, cada vez que debía quitarle la vida alguien que no lo merecía, jamás había llegado al punto de confesarme.

─mi alma está muy sucia, pues he matado a un hombre... a varios de ellos.

del otro lado se escuchó un silencio, y solo logré ponerme más nervioso.

la pequeña cortina que dividía ambos cubículos se deslizó con lentitud.

mis cejas se alzaron en sorpresa. ahí estaban sus ojos avellana. de nuevo.

viéndome a mí.

él abrió su boca, y casi sin creerlo, tartamudeó mi nombre.

¿gerard?

ʀᴜʟᴇᴢ ᶠʳᵉʳᵃʳᵈDonde viven las historias. Descúbrelo ahora