Jueves 22 de Noviembre.
Valentina llegó de primera, esperando con ansias a la pelinegra. No sabía por qué pero esa pequeña platicada compartida en el café de hace dos días no abandonaba su mente.
Charlaron por casi una hora, de todo y de nada, y Valentina encontraba su compañía demasiado agradable.Pero Juliana tuvo que irse al recibir una llamada y se despidieron con una sonrisa, para luego alejarse nuevamente.
Ahora Valentina la esperaba. Y esperó, y esperó.
Pero ya sabía que Juliana siempre llegaba tarde y ese día no fue la excepción.
Aunque en realidad, la rubia ya le tenía su asiento apartado.
Natalie hablaba sobre la poesía del siglo XX y Valentina podía ver de reojo como Juliana tomaba nota, con su mano moviéndose velozmente sobre el papel, y como sus dientes atrapaban su labio inferior, resultado de lo concentrada que estaba.
En ese momento Valentina pensó que Juliana se parecía a un poema.
La hora acabó y Valentina se puso de pie con lentitud, tomando sus cosas y mirando aún de reojo a la chica morena.
Luego habló.
—¿Vamos por un café?
Juliana la miró de inmediato y pareció dudar unos segundos, como si ya tuviese mejores cosas qué hacer que tomar un café con la chica sensación de la universidad. Pero no, Juliana no tenía mejores cosas que hacer y moría por tomar un café con la chica sensación de la universidad. Así que aceptó y ambas fueron a la misma cafetería donde se encontraron hace dos días.
Pidieron lo mismo, dos expresso. Y se sentaron.
—Aún no me has dicho por qué faltaste las clases pasadas.—le dijo Valentina, logrando que Juliana alzara su rostro y el cabello le tapara un poco la cara. Cosa que la más alta encontró bastante lindo.
—Problemas familiares.—respondió.
Y con eso Valentina supo que no debía preguntar más.
Ella entendía lo que era tener problemas familiares. Esa pesadez en el cuerpo y alma de cargar algo que no te corresponde, y sin embargo, ahí vas cargando.
Juliana se encontró con los ojos océanos de la más alta y una pequeña y avergonzada sonrisa escapó de sus labios.
—Juliana...—susurró Valentina, tomando una servilleta y rayándola con el lápiz que traía en su cabello. —La chica de sonrisas tímidas e increíble impuntualidad.
Y aunque no fue un chiste realmente, ambas rieron hasta que su estómago dolió.
Y el silencio que vino después fue extrañamente cómodo. Tan cómodo que les sorprendía.
Tal vez Juliana ya no llegaría tarde a sus clases si eso significaba poder ver más tiempo a Valentina Carvajal, o tal vez sí, pero solo si significaba que le mostraría su bella sonrisa mientras se burlaba juguetonamente de ella.