Carta

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Soñé que te habías marchado, que lo habías hecho sin despedirte y lo único que me quedaba de vos era una extensa carta.

Ha sido uno de esos sueños vívidos, incluso sentí el tacto frío y rígido del papel entre mis dedos mentras leía detenidamente cada palabra. Recuerdo claramente no sólo la estilizada caligrafía que te caracteriza, también cada abrumadora oración escrita ahí.

Mi piel aún se eriza al recordar ese mensaje, incluso me dan ganas de correr hasta alcanzarte.

¿No fué un sueño? No lo fué, de verdad te has marchado: sin palabras, sin miradas, sin dejarme al menos en la frente un beso de despedida.

¿De verdad todo es irreconciliable?

¿De verdad no habrá más charlas de historia, de la vida o de nuestro día a día? ¿De verdad así, tan fugaz, va a terminarse todo?

No quiero.

No quiero dejar de escucharte hablar ocasionalmente. Yo jamás he dudado de tí ¿Confías si quiera un poco en mí? No quisiera que lo poco que tuvimos se convirtiera en castillos de arena que el viento arrebata de mis dedos.

Y ahora resulta que mi sueño era más llevadero, porque al menos ahí dejabas una carta y las palabras escritas al menos me daban esperanzas.

Tal vez me estoy volviendo loca, no sé qué opines, porque comienzo a mezclar fantasías con realidad. Hoy al despertar he revuelto mi escritorio en busca de tu carta, esa que en realidad nunca escribiste, esa que sólo vive en mis sueños.

Lo más loco aún es este deseo de que la carta no hubiese sido un sueño y por el contrario tu mutismo fuera una pesadilla que en cualquier momento termina para darle paso al más agradable despertar.

¿No es loco?

Relatos de ellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora