CAPÍTULO TREINTA Y UNO: Un fragmento del pasado.

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Una mansión gigantesca de color amarillo crema bastante clara, con el techado en color celeste un poco oscuro, un jardín barroco con caminos que conducen a la entrada principal, rodeados por árboles. Algunas estatuas de bronce adornan las orillas de los caminos. Al norte, el jardín inglés, con amplias áreas de césped, junto con árboles distribuidos, dos estanques con canales y puentes que los cruzan. Las estatuas de este jardín son en su mayoría antiguas piezas de mármol extrañamente ocultas entre los árboles.

El día es aparentemente tranquilo y cálido, sin embargo, en los adentros de la mansión, una chiquilla es perseguida por tres de las sirvientas.

—¡Señorita, por favor, deje de correr! —exclama preocupada una de las mujeres.

—¡No! —grita la pequeña sin detenerse. Sus rápidos pasos hacen eco a lo largo del gigantesco pasillo junto a los de las sirvientas que la siguen varios metros atrás.

—Es demasiado rápida —dice entre jadeos una de ellas.

—Incluso para una niña de su edad, lo es —comenta otra, agitada en la persecución.

—¿Por qué ya no quiere ir a la escuela? Ella fue quien insistió tanto para dejar de tener clases aquí —interroga. Ninguna supo que respuesta dar. La pequeña siguió corriendo, pero al dar vuelta para ingresar a un nuevo pasillo, el impacto con algo la hizo caer sentada en el suelo.

—¿Qué estás haciendo, Adelheid? —interroga imponente y autoritaria la mujer— ¿No deberías estar camino a la escuela?

—Ya no quiero ir, madre —entona de forma caprichosa e infantil. La adulta la mira con seriedad, mientras las sirvientas se detienen al inicio del pasillo, notablemente cansadas.

—Tu fuiste quien insistió en ir, Adelheid. No vengas a decir estas cosas ahora —alza la voz, mientras la toma del brazo y la hace levantar— Vas a ir, quieras o no.

—¡No! ¡Suéltame! —grita mientras patalea y es arrastrada por su madre.

—¡Adelheid! ¡Compórtate!

—¡No quiero ir! —insiste.

A pesar de su rabieta, fue arrastrada hasta el carruaje mientras era regañada. Sus mejillas rojas del coraje, un puchero en su rostro y sus pequeños brazos cruzados son la imagen de la niña de seis años, que porta su uniforme de escuela, a la que no quiere ir. Una niña bastante inteligente e inquieta, demasiado inquieta.

—Knut, asegúrate de que entre a la escuela —ordena al joven mayordomo, basicamente un adolescente— Es capaz de salir corriendo del carruaje —agrega con fastidio.

—Como ordene —responde, haciendo una pequeña reverencia.

—¡¿Dónde está papá?! —exclama la chiquilla tratando de salir del carruaje.

—Knut, que no salga —ordena antes de regresar al interior de la mansión. Él obedece, cargando a la niña y entrando ambos al carruaje. Cerró la puerta y el chofer se puso en marcha.

—Pequeña Adelheid, deje de patalear —pidió amablemente, sentándola frente a él. Volvió a cruzar sus pequeños brazos y lo observo con ceño fruncido.

—No quiero ir y no me llames Aldelheid, no me gusta. Dime Eileen —murmura enojada. Knut sonríe.

—¿Por qué ya no quiere ir? —le cuestiona atento mientras le arregla el cuello del uniforme y su cabello.

Las notas de Eileen 『Undertaker』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora